Las razones detrás de la mala reputación de un vino pueden ir desde una calidad inconsistente; es decir, que varíe mucho el estándar de una cosecha a otra, lo que acaba por generar desconfianza en el consumidor, hasta unas prácticas de producción cuestionables.
El uso de aditivos artificiales, técnicas de vinificación poco éticas o la falta de transparencia en los procesos de elaboración pueden afectar negativamente la percepción del vino. Y ya sabemos que la reputación de un vino es crucial en la industria vitivinícola.
Por otro lado, las opiniones desfavorables de enólogos reconocidos o críticos influyentes pueden tener un impacto duradero en la reputación de un vino. Por no hablar de un etiquetado engañoso o un marketing poco honesto, que puedan generar expectativas irreales y decepcionar a los consumidores.
Incidentes como la adulteración del vino, problemas legales o escándalos relacionados con la bodega también pueden llegar a manchar el nombre de una marca. Aunque, al final, son los cambios en las preferencias del consumidor lo que termina generando más controversia, llegando incluso a hacer que ciertos estilos de vino caigan en desgracia.
Mantener una buena reputación requiere un compromiso constante con la calidad, la autenticidad y la satisfacción del cliente. No es tarea fácil. Por eso, es tan importante mantener la mente abierta y el sentido crítico despierto para no dejarse llevar por falsas creencias que limiten nuestro disfrute. Empieza por borrar de tu disco duro estos mitos vínicos.
El rosado es un vino menor: falso
El rosado ha gozado de mala fama durante mucho tiempo en España. Considerado un vino menor hasta que la Provenza lo puso en el mapa de las grandes referencias internacionales, lo cierto es que es el vino más difícil de elaborar porque hay que prestarle una atención constante durante todo el proceso. Es el niño mimado de los enólogos. Elegante, delicado y muy versátil, por suerte, cada vez es más apreciado y está más de moda.
Lejos de ser el patito feo de la enología, las bodegas españolas se esfuerzan por mostrar sus cualidades con referencias de calidad como Classica Gran ReservaRosado2012, el excepcional rosado envejecido en barrica con el que Hacienda López de Haro pone en valor una categoría poco común. Precio: 51,90 euros.
El clarete es un tinto flojito: falso
El clarete fue denigrado en los años 90, marginado por la regulación europea y considerado un «patito feo» de los vinos. Fue despreciado por los que presumían de ser expertos y perdió popularidad frente a los tintos. Por suerte, proyectos como Lara O Clarete Crianza, de Territorio Luthier en la Ribera del Duero, le han devuelto el lugar que merece. Al estilo de la vieja escuela ribereña, este clarete aúna las bondades de la crianza con la frescura que corresponden a este tipo de elaboraciones. Precio: 21 euros.
Hoy, gracias al trabajo de una cada vez más larga lista de viñadores comprometidos y visionarios, el clarete es un estilo de vino en auge por sus posibilidades: es uno de los vinos que mejor se adaptan a esa tendencia de consumo que va hacia los tintos ligeros, varietales, reflejo del terroir en el que nacen.
La garnacha solo sirve para mezclar: falso
Durante los años 80 y 90, la garnacha fue fuerte e injustamente despreciada en España. Se la consideraba una uva basta, que no aguantaba en botella, con tendencia a la oxidación y solo útil para mezclar con otras uvas. Qué equivocados estábamos. De origen español, concretamente aragonés, y considerada la «madre de todas las variedades», es actualmente una de las variedades más apreciadas y exploradas en todo el mundo por su frescura, su equilibrio y sus matices varietales.
Península Cadalso es uno de los vinos que mejor recogen la esencia de la garnacha de la Sierra de Gredos. Un vino de montaña, joven y fresco, que identifica a través de esta variedad la personalidad de un pueblo, Cadalso de los Vidrios. Un vino muy aromático y vivo, fácil de beber y con un toque mineral adictivo. Precio: 9,95 euros.
La palomino es una variedad neutra: falso
La variedad palomino fino estuvo desprestigiada principalmente debido a prácticas agrícolas intensivas introducidas en los años 70. El uso de químicos y tractores en las viñas del Marco del Jerez triplicó la producción por hectárea, lo que provocó una pérdida de intensidad y carácter de la uva. Esta alta productividad llevó a que se considerara una variedad «neutra». La plantación moderna menos cuidadosa y la preferencia por variedades más productivas también contribuyeron a su desprestigio.
Sin embargo, cuando se cultiva adecuadamente, la palomino fino puede producir vinos de alta calidad, tan complejos y expresivos como Meridiano Perdido, un vino de pasto (sin encabezar) que forma parte del proyecto personal del enólogo Joaquín Gómez Beser en el Parque Natural de Doñana. Aquí, la palomino crece sobre suelos de albarizas y bajo la influencia de los vientos atlánticos, y después cría durante 12 meses en barricas bajo velo de flor. Pura expresión del pago jerezano de Cerro Pelado en la copa. Precio: 15,20 euros.
El verdejo «verdejea»: falso
La verdejo de Rueda experimentó un periodo de mala fama debido a prácticas enológicas cuestionables y sobreproducción. Algunos productores priorizaron la cantidad sobre la calidad, resultando en vinos de baja calidad a precios muy bajos. Esto llevó a una percepción negativa entre los consumidores, quienes no podían diferenciar fácilmente los niveles de calidad en los vinos blancos. Además, la alteración del perfil aromático de la uva verdejo contribuyó a esta mala reputación.
El término «verdejear» surgió para describir el olor a sudor presente en algunos verdejos mal elaborados. Esta situación afectó la imagen del sector, llevando a algunos expertos a proponer la reducción de los rendimientos de las viñas para mantener un alto nivel de calidad. El resultado de esta nueva toma de conciencia se aprecia en verdejos como San Cobate Rueda, procedente de viñedos situados en Serrada, con una antigüedad de entre 15 y 35 años. Un vino complejo y equilibrado, con toques salinos, cítricos y minerales, sedoso y envolvente gracias a su crianza en barrica. Ni plátano ni frutas tropicales, como debe ser un verdejo de verdad. Precio: 18,50 euros.
El txakoli es un vino rústico: falso
El vino tradicional vasco tuvo mala fama en el pasado por varias razones. Inicialmente, se consideraba un vino casero de baja calidad, producido en condiciones climáticas desafiantes con alta humedad y escasa insolación. Su acidez y bajo contenido alcohólico lo hacían menos atractivo para los paladares acostumbrados a vinos más robustos. Además, la falta de técnicas modernas de vinificación resultaba en un producto inconsistente.
La percepción del txakoli como un vino rústico y poco refinado persistió durante mucho tiempo. Sin embargo, en las últimas décadas, la mejora en las técnicas de producción y el reconocimiento de su carácter único han contribuido a revertir esta imagen negativa, ganando apreciación entre los entusiastas del vino. Un buen ejemplo es Arotz, de la bodega Hasiberriak en Vizcaya. Un txakoli procedente de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, cuya crianza en barrica le confiere un carácter especial, diferente y único. Precio: 23,50 euros.
El cava extremeño es malo: falso
El cava extremeño no tiene mala fama. Por el contrario, ha ganado reconocimiento y prestigio a nivel internacional. Su calidad está respaldada por la Denominación de Origen Cava. De hecho, la producción de cava en Extremadura ha experimentado un crecimiento significativo, duplicando sus ventas en los últimos años. La región se ha consolidado como una importante productora de cava de alta calidad.
Con 30 meses de crianza en rima al estilo champanoise, una burbuja abundante y delicada, aromas infinitos y un paladar inmejorable, Encina Blanca Edicion Especial Brut Nature 2019 devuelve la confianza hasta al consumidor más pureta. Un espumoso de Alburquerque con identidad propia y base multivarietal (hasta 12 tipos de uva) procedente de viñas viejas que presenta una estructura, complejidad y capacidad de guarda inusual. Precio: 15 euros.
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