CON 10 años ya ayudaba a su aita en la elaboración del txakoli.
“Me hacía limpiar bien los pies y luego me ponía en un cesto a pisar uva”.
Así recuerda Ciriaco Dañobeitia sus inicios en un arte, la producción del txakoli, que él sigue manteniendo cuando ya va “camino de los 87 años”.
Por eso, no es de extrañar que sus hijas y yernos digan que “Ciriaco siempre está entre uvas”.
Heredó de su padre, José, una cepas que las ha cuidado con mimo y de las que, junto a otras que ha ido plantando, ha sabido sacar mucho jugo.
Tanto es así que no hay feria en la que no se lleve algún premio. Y ha estado en muchas.
Por eso mismo, la BBK, organizadora y patrocinadora de la mayor parte de las ferias que se celebran en Bizkaia, ha querido rendirle un pequeño homenaje por su fidelidad a estas citas agrícolas.
Xabier Sagredo, presidente de BBK Fundación Bancaria, se desplazó ayer hasta el caserío Sasine, en Larrabetzu, para hacerle entrega de un recuerdo conmemorativo y para conocer los secretos del txakoli Sasine.
Es lógico, por tanto, que Ciriaco tuviera que tomar una pastilla la víspera para tranquilizarse, según nos contaba su esposa.
“Para mí, esto es demasiado, porque nunca hubiese pensado que iba a venir tanta gente a mi casa para admirarme”, decía Ciriaco rodeado de cámaras y micrófonos, “pero estoy contentísimo y muy agradecido”.
Detrás de este reconocimiento hay muchos años de trabajo y buen hacer en el caserío de los Dañobeitia.
Txakoli Desde que Ciriaco era joven, acudían a todas las ferias y allá donde podían dar salida a los productos que cultivaban. Hasta que decidieron dedicarse solo al txakoli.
“Antes vivíamos del ganado, pero cuando vimos que no había nada que hacer, nos quedamos con las uvas”, recordaba.
Y eso que Ciriaco tuvo que compaginar durante muchos años su trabajo en Edesa con las labores del baserri.
“Estuve 25 años en la empresa hasta que me dieron por inútil”, comentaba con sorna. Se refería a la prejubilación que le concedieron por graves problemas de salud.
“Me han operado en cuatro ocasiones, en una de ellas de la aorta, y en la última me hicieron una transfusión en la que me han debido meter sangre de toro, porque desde hace años no paro”.
Ese debe ser el secreto que le hace seguir con tanta energía al pie del cañón de una explotación que se ha modernizado en los últimos tiempos.
Porque Ciriaco, a pesar del ser el patriarca, siempre ha tenido muy claro que “hay que dar paso a la juventud”. Por eso se ha dejado asesorar por los nuevos productores de txakoli y ha entrado a formar parte de un nuevo proyecto denominado Butroi.
Ciriaco, con su txakoli Sasine, se ha unido a otros dos bodegueros: Etxebarria, de Gatika, y Oletxe de Zamudio, para crear una nueva marca. Pero lo hizo con una sola condición.
“Les dije que hasta que yo me muera, por lo menos, debía mantenerse la etiqueta Sasine, y luego que hagan lo que quieran”, señala. Y así lo harán.
Pero no solo él. Los tres bodegueros de Butroi mantienen sus respectivas etiquetas en la comercialización además de la nueva marca que sale de las instalaciones que montaron en Gatika.
Así que Ciriaco está tranquilo. Sabe que las cepas que le legó su aita y las que él ha plantado van a seguir dando uva y transformándose en un caldo con una, cada vez, mayor aceptación.
Para ello solo tiene dos claves: “Calidad y precio”. “Hay que cuidar las dos cosas y no abusar; nosotros, por ejemplo, llevamos cuatro años sin subir un céntimo”.
Y así seguirán porque en Sasine no pretenden hacerse millonarios, sino seguir con una tradición que les ha reportado muchas alegrías, como la de ayer.
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