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Sábado, 7 de diciembre 2024
La tierra está enferma y yo la ayudo a recuperar la salud», dice Ángel Amurrio (46), alavés de Labastida, casado y residente en Lerín, y auténtico apóstol de la biodinámica en España. Estamos en Murmurón, una viña plantada por Benjamín Romeo con variedades de ciclo largo (Mazuelo y Graciano), y que recibe tan sonoro nombre por el murmullo del Ebro que discurre a los pies de los renques.
Amurrio remueve con una pala de madera los 200 litros de agua de manantial donde ha disuelto el Preparado 500, una fórmula a base de estiércol de vaca que ha permanecido enterrada bajo tierra en astas de vacuno desde Semana Santa a San Miguel, como manda el pulso del universo.
Amurrio permanecerá una hora removiendo a conciencia un preparado, «siempre manteniendo la concentración en el aquí y el ahora», que luego volcará en una mochila de cobre con cuyo chorro asperjará, dinamizará, las viñas, todavía cubiertas de las doradas y rojizas hojas otoñales. «El estiércol es fertilidad para las uvas», suspira moviéndose entre las vides.
De Ángel Amurrio, apóstol de la biodinámica, druida y hechicero de los campos agostados, heridos por décadas de abusos químicos y malas prácticas agrícolas, me dicen los viticultores que siempre ha sido «un adelantado» a su tiempo. También, «un incomprendido» que ha seguido firme su camino.
«Todos los innovadores tienen ese punto; Ángel cree en lo que hace, creyó en sí mismo desde el principio y hoy es un referente absoluto en España», le presenta Benjamín Romeo (Bodega Contador) que le ha encomendado, nada menos, que el desarrollo en biodinámico de las 20 hectáreas de viñedo en altura que ha plantado en El Llano de la Madera, la niña de sus ojos y la respuesta de futuro de Contador al cambio climático.
Como Romeo ya hay decenas de agricultores y ganaderos que confían en el catecismo de Ángel Amurrio. Sus mandamientos emanan del estudio y la lectura de Rudolf Steiner, teósofo, espiritista, seguidor de la corriente pedagógica Waldorf, masón maestro de la Logia Mystica Aeterna y editor de los archivos de Goethe en Weimar.
Son sólo algunas de las múltiples facetas de este poliédrico filósofo nacido en 1861 en el Imperio Austrohúngaro. Ahora se cumple un siglo del surgimiento de la biodinámica que fundó y que entiende «las granjas como organizaciones autosuficientes donde plantas y animales se nutren entre sí».
«El animal para la tierra es su ánima, su alma. El modo más rápido de transformar un suelo es poner un animal en esa tierra», dice Amurrio, defensor a ultranza de esa convivencia, de esa simbiosis entre plantas y animales, y que pugna por eliminar el cobre y el azufre que saturan los suelos.
Ha llevado Amurrio sus creencias al extremo de pastorear rebaños de ovejas en viñedos para que se alimenten de las yerbas y abonen la tierra con sus excrementos.
Hasta ha atendido a madres parideras y ha recogido sus placentas benefactoras entre las hileras de parras. Todo, dice Amurrio, se resume en «nutrir al hombre, embellecer la tierra y colorear el campo de vida».
«Es tiempo de sustituir el cida, de muerte, de plaguicida, por la uve de la vida»
Ángel Amurrio
Proviene Amurrio por parte de padre de una saga de viñadores de Labastida. Por su madre, de pastores y ganaderos de ovino en Haro. Y, podemos decir, como del apóstol Pablo, que Ángel Amurrio se cayó del caballo.
Poseía una mediana empresa dedicada al movimiento de tierras en Rioja, esa brutal amenaza que viaja subida a una pala Caterpillar amarilla. «Disponemos de un paisaje único, con terrazas.
Nuestro enemigo es la pala excavadora. Parece que queramos hacer aeropuertos en vez de viñedos», se subleva el viñador Abel Mendoza. Amurrio dirigía una firma con casi 30 empleados que desmontaba el paisaje. Hasta que un día vio la luz.
«El agricultor se ha dedicado a llenar el campo con el sufijo ‘cida’, que quiere decir muerte: herbicida, plaguicida, pesticida, suicida. Ha llegado el tiempo de que sustituyamos la ce por la uve de vida», exclama.
«Esta agricultura es rentable y saludable, sana a la tierra enferma y te ayuda a desarrollarte como una persona en armonía con tus cultivos y con el universo», subraya Amurrio.
«La Naturaleza es sabiduría, bondad, belleza. Los ingenieros de la tierra están dentro de ella: lombrices, microorganismos, levaduras, micorrizas, que son una fusión entre hongos y plantas», explica con rapidez.
Lo cierto es que los conocimientos y parábolas de Amurrio han ido calando hondo entre los viticultores nacionales.
Siguiendo sus prácticas, usos y costumbres, pueden certificar sus vinos en biológico y, los más atrevidos y concienciados, conseguir el (prestigioso, caro y un poderoso argumento de marketing) sello biodinámico Demeter; palabra que viene de bios, tierra, y de dynamis, fuerza, como la diosa griega de la Agricultura.
El gran valedor de esta filosofía en el mundo es Nicolas Joly, viticultor del Loira y autor de ‘El vino de la tierra al cielo’, donde recalca las ideas de Amurrio que entienden el viñedo como un organismo que palpita.
Restaurantes con alma biodinámica
En España ya hay 21 bodegas y 85 viñedos con la certificación Demeter: Amurrio ha trabajado en las mil hectáreas de Finca Torremilanos, en Ribera de Duero.
Cooperó doce años con Mauro y, también, con Sara Pérez en Priorat, vende preparados a Gramona y Recaredo, a firmas en Penedés y Ribera y colabora en el primer proyecto de Viñedos Ruiz Jiménez en Aldeanueva de Ebro. «Cada vez somos más», se enorgullece.
Pero los proyectos de biodinámica no se detienen en las viñas. Amurrio me cuenta que trabaja con frutales en la Dominicana, con aguacates en el Yucatán mexicano y que planta anacardos en Guinea Bissau, viñas en Querétaro (México) y plantas medicinales como la moringa en Paraguay.
También, olivos en Toledo, Sevilla y Finca La Torre; almendros en Albacete y pistachos en Valladolid. Coopera con El Culler de Pau, de Javier Olleros y Amaranta en O Grove, y con A Tafona, de Lucía Freitas, en Santiago.
Y acaba de sellar su participación en la huerta biodinámica de Venta Moncalvillo, de los Echapresto. «Empezamos a hacer carne de vacuno en biodinámico en Jerez de los Caballeros para el grupo 5 Jotas», dice.
«Y ahora hay una enorme demanda en los países árabes de frutos secos y dátiles en biodinámico», adelanta.
Oxer Bastegieta, patrón de Matalaz, Suzzane o Kalamity, y con quien colaboró Amurrio, me lo dijo bien claro en una visita a Rioja Alavesa: «yo no dejo de ser un asistente de la Naturaleza que trata de entender la microbiología del suelo. Lo que tú le das a la tierra, ella te lo devuelve por diez».
«Esto no es un dogma, es un camino de conocimiento», acota Ángel Amurrio y me muestra una viña cercana a Murmurrón. Pero nada que ver. Aparece alambrada, despojada de hojas, empobrecida y yerma.
La base de las intervenciones sobre el suelo son preparados y fumigaciones hechos con plantas medicinales, minerales como sílice y cuarzo y órganos animales que elabora en su empresa Entheos:
El 500 lleva boñiga de vaca, el 502, vejiga de ciervo y milenrama; el 503 es manzanilla, el 505, corteza de roble, el 508, una fórmula fúngica con cola de caballo. «Hay que ordenar cada viña como un pequeño microcosmos, potenciando su vida», resume Amurrio, el sanador de la tierra.
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