«¿Cómo podéis hacer un vino tan rico en una bodega tan pequeña?”. Esta pregunta la tiene grabada a fuego Isabel Viñas, de la bodega Uriondo de Zaratamo, que es miembro de Bizkaiko Txakolina.
Se la hicieron unos exportadores de vino estadounidenses y se convirtió en su puerta de entrada al país.
“En Estados Unidos la gente valora muchísimo el txakoli. Lo prueban y alucinan”, indica la productora que subraya que “aunque ahora son momentos un poco complicados, vendemos el 50% de nuestra producción en ese país”.
Su incursión en el mundo del txakoli le llegó de joven, “cuando estudiaba en Donostia y conocí a Roberto, que es mi marido. El año que viene cumplo 30 años desde mi primera vendimia”.
En sus dos hectáreas de terreno cultivan “cuatro variedades:
Hondarrabi zuri y hondarrabi zuri zerratia, mune mahatsa que es la folle blanche que utilizan los franceses para hacer coñac; y sauvignon blanc, que en esta casa se llamaba txori mahatsa porque para principios de septiembre suele estar ya madura y se la empiezan a comer los pájaros. La tenemos que recolectar antes porque se la comen ellos”, explica.
Elaboran txakoli blanco tanto de año como de crianza. “Cuando probamos algunas botellas de txakoli de año que quedan por ahí, descubrimos que el txakoli no muere en diciembre.
Por otro lado, tenemos un vino que fermenta en barricas de roble americano unos 8-9 meses y cuando lo embotellamos está en botella entre año y año y medio”, precisa Isabel Viñas que agradece la investigación que se ha producido en el mundo del txakoli.
“Por ejemplo, elaborar vino en depósitos de acero inoxidable hace mucho más fácil la limpieza, hoy hay aparatos que te permiten limpiar las barricas, esa limpieza y los conocimientos que se han ido adquiriendo que se sabe que bacterias intervienen, qué levaduras, qué cosas pueden ocurrir dentro del vino, nos ha llevado a hacer mejores vinos”, subraya la productora.
Formar parte de Bizkaiko Txakolina les permite “posicionarnos en el mundo y vamos con un nombre propio que es txakoli.
Creo que lo podemos hacer bien. Tenemos un nombre propio que compartimos con Gipuzkoa y Araba y me parece que tenemos que ir de la mano defendiendo el txakoli porque es bueno para todos”, indica Isabel Viñas.
Cosecha El 2024 fue un “año muy complicado a nivel climatológico ya que las temperaturas nocturnas entre 18 y 20 grados y diurnas de 24-25 grados con una humedad del 80-0% provocó la aparición de hongos. Tuvimos una afectación pequeña”, comenta la productora de la bodega Uriondo.
Sin embargo, esa situación se complicó más ya que “a una semana de la vendimia unos jabalíes nos comieron unos 2.000 kilos de uva”, recuerda.
Pero la esperanza para este 2025 se un año de buena cosecha la mantiene intacta.
Imágenes de archivo. Uriondo
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Uriondo es una pequeña bodega familiar fundada en 1987 ubicada en Zaratamo.
Roberto Ibarretxe era profesor de psicología y su hermano, ingeniero. Ahora ya está jubilado.
Plantaron las primeras vides de la zona en 1982 en la explotación lechera de sus padres.
Uriondo, que debe su nombre a su barrio, es la bodega más antigua de la región y fue una de las tres pioneras en la recuperación de la producción de txakolina cerca de Bilbao, con la creación de la DO Bizkaiko Txakolina en 1994.
Antes de eso, la tradición del txakolina estaba prácticamente extinguida en la zona, con muchos viñedos dedicados a la construcción de viviendas junto al mar.
Su objetivo siempre ha sido revitalizar la tradición del txakolina y contribuir a la historia gastronómica y cultural de su pueblo con uvas autóctonas. En este sentido, Roberto ha sido un pionero.
Uriondo, compuesto por un único y pequeño viñedo (2,5 hectáreas), se encuentra a 175 metros de altitud, con exposición sureste, en plena naturaleza.
Este viñedo, con una fuerte influencia del clima atlántico, presenta una mezcla predominantemente arcillo-arenosa que permite una buena retención de nutrientes.
Evitan el uso de variedades internacionales, confiando en las uvas locales tradicionales de sus antepasados: hondarribi zuri, mune mahatsa y txori mahatsa.
Al igual que el pan casero elaborado con levaduras de txakolina, todos sus vinos se fermentan espontáneamente con levaduras autóctonas de su viñedo.
La siguiente generación de la bodega recae en Isabel Viñas, pareja de Roberto. Isabel empezó ayudando en la vendimia, lo que despertó su interés por la vinificación.
Licenciada en psicología, siguió su nueva pasión y completó un máster en enología.
Actualmente, es la enóloga principal del proyecto, y la pareja realiza todo el trabajo manualmente, desde la viña hasta la botella.
Juntos, elaboran menos de mil cajas de su vino artesanal homónimo: Uriondo.
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