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Es un hombre divertido que disfruta con el mundo del vino y que vive feliz navegando por denominaciones de origen.

En una, Bizkaiko Txakolina, produce un vino que le lleva a las aguas bravas del Cantábrico, el txakoli, del que una copa le traslada a sus raíces más íntimas, Urdaibai. En la otra, Rioja, son los tintos los que le acercan a una tierra con aromas a romero.

Lleva ya años combinando dos paisajes que le hacen feliz. Oxer Bastegieta es hijo del que durante dos décadas fuera alcalde de Kortezubi, José Antonio de nombre real, Marko de apodo, un hombre que se hizo popularísimo, conocido gastrónomo, extrovertido y dado a los desafíos más originales (Marko es el nombre del caserío familiar en Kortezubi, y José Antonio es una persona muy singular.

Fue alcalde durante dos décadas por el PNV, ha sido el alma de las fiestas en Bizkaia y por su restaurante Marko Pollo han pasado personajes muy conocidos. En su día organizó diferentes desafíos; el más popular el concurso de cabezones.

Avaló a muchos objetores de conciencia reconociendo que hacían servicios a la comunidad en Kortezubi para librarles de la mili y está muy relacionado, incluso hoy, con el mundo de la gastronomía vasca). A los 19 años Oxer no sabía que su futuro iba estar a los pies de Sierra de Cantabria.

Una idea de su padre, comprar una hectárea de viñedo, le llevó al mundo del txakoli, y profundizar en la viticultura y la enología le situó en Rioja Alavesa, donde se enamoró de un viñedo. Hoy es un conocido productor que ha heredado buena parte de la personalidad de su padre y al que le gusta hablar con la naturaleza. Además, se considera una especie de elfo vasco. Literal.

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Txakoli, vino tinto y blanco, y antes hizo sidra. Usted sí que le da a todo…

Es que cualquier variedad de vino bien hecho es una maravilla y sí, es para darse a todo. Ja, ja, ja€ Me enamoré de esta tierra, (Laguardia, Álava). Vine a estudiar Viticultura y Enología aquí, han pasado dieciocho años y nadie me va a sacar de este lugar. Me enamoré de este trozo de Euskadi. Sí que cada siete o diez días me traslado a Bizkaia para controlar el txakoli y después me vuelvo otra vez. Allí tengo un chaval trabajando, pero los viñedos están todos bajo mi supervisión.

Dicen que Oxer Bastegieta es un hombre muy inquieto, y sobre todo muy viajero.

Viajar es una manera de aprender y yo soy de gran angular. Me gusta ver las cosas con el objetivo muy abierto. Te preguntarás qué hago, siendo muy viajero, en un lugar como este, ¿no? Pues te lo digo. Disfruto de la naturaleza, de poder crear unos vinos que gusten a la gente y de un paisaje incomparable. En los lugares que pueden parecer pequeños también se puede mantener el gran angular si eres muy abierto.

De usted me dijeron antes de esta charla: Es un tipo extraño, raro, pero interesante

 

Bueno, por lo menos te han dicho que soy interesante, y eso es un gran halago. ¿Raro? No te digo que no tenga rarezas, pero quizá para mí los demás sean los raros. ¿Extraño? Tampoco sé contestar a esa definición, cada uno define a los demás de una forma particular. Creo que coincido en algunas cosas con otra gente y en otras estoy muy alejado, pero esto nos pasa a todos, ¿no? Somos diferentes y eso nos puede hacer sentir raros, extraños e interesantes.

Dígame que rarezas tiene.

Quizá que me expreso un poco raro, un poco antiguo, del viejo mundo, del mundo onírico. Me encanta toda la mitología vasca. Estoy muy arraigado en la naturaleza. Me siento un asistente de la naturaleza.

Hay algo que sí deja perplejos: sus conversaciones con las uvas. ¿Es el hombre que susurra a las uvas?

Ja, ja, ja€ Sí, es verdad, hablo con las uvas, y quizá por eso te han dicho que soy un poco raro, pero también hablo a los perros. Soy de esa clase de personas. Les hablo a los animales, a las viñas, a los árboles… No te olvides de que el árbol es el hermano mayor de la vid.

¿De dónde le viene su pasión por las viñas?

Yo vivía en el extranjero y cuando volví a Kortezubi (Bizkaia), el padre había plantado una hectárea de viñedo enfrente del restaurante familiar, en una ladera preciosa, para hacer txakoli. Antes de irme ya teníamos manzanos y hacíamos sidra. La viña está plantada en medio del bosque, en un lugar muy onírico, como mi mundo. El padre me dijo: Oxer, he plantado una hectárea y yo no la voy a llevar. Le pregunté: ¿Qué quieres decir con eso? No cabía duda: que la iba a llevar yo. Y me hizo el favor de mi vida, porque es donde empezó a desarrollarse mi pasión.

Una pasión que no entraba en su agenda.

En aquellos momentos no, pero tampoco era una idea que me desagradara. Yo había hecho sidra, sabía hacerla, pero del txakoli había que aprenderlo todo. Empecé con mi tío aprendiendo y desaprendiendo. Era ambicioso y autodidacta a la vez. Nunca he tenido ningún mentor, quizá por eso está la personalidad de mis vinos. Son míos desde el minuto cero, los he hecho yo.

¿Vinos a su imagen y semejanza?

A lo mejor sí. Yo trabajo en biodinámica, permacultura, es algo que me aporta mucho de cara a las viñas. Trabajo mucho los suelos. En mis vinos hay mucho trabajo de suelo, de compostaje, de microbiología, de entender la planta€

Hablemos de su mundo onírico. ¿Es una huida?

A veces sí. Creo que en ocasiones me apetece marcharme de la realidad tan cruda en la que estamos. Pero también vivo esa realidad, no oigo voces que me alejen de ella.

Su enamoramiento de la uva le costó un poco caro: comprar un viñedo.

Ja, ja, ja€ El amor tiene siempre un precio. Es cierto que me enamoré de esta tierra, pero lo primero que compré fue uva. Quería ver si era capaz de hacer vino aquí, quería ver mis posibilidades. La que me planteaba era otro tipo de viticultura, y resultaba más fácil hacer vino ecológico aquí. Estaba la fuerza telúrica de Laguardia, la propia gente de aquí es extraordinaria, y todo contribuyó a que quisiera quedarme. Además, me recibieron muy bien, me tratan como a uno más del pueblo. Es gente que siempre ha estado ahí cuando la he necesitado.

¿No echa de menos un paisaje como el de Urdaibai?

No tiene nada que ver con esta zona. Es incomparable, pero como también lo es toda la visión de los viñedos de Rioja Alavesa que tengo al estar aquí, al pie de la Sierra de Cantabria. Y no echo de menos nada, porque voy a menudo. No hay distancias, son 200 kilómetros los que separan un lugar de otro. Voy a Kortezubi, les doy un par de besos a mis padres, y vuelvo. Y de vez en cuando suelo ir a ver el mar; quizá sí que echo de menos el mar.

Su viña de Rioja se ha convertido en centenaria este año.

En plena maldita pandemia ha cumplido los cien años, sí. Está en las faldas de la sierra de Cantabria, en Elvillar, un sitio idílico que está a 600 metros de altitud y tiene un suelo arcillo calcáreo. Todo ello marca mucho el carácter del vino que sale del viñedo.

Y Parker le ha dado a uno de sus vinos 97 puntos sobre 100, una de las puntuaciones más elevadas que suele otorgar.

Sí, Kalamity ha sido uno de los vinos más valorados y estoy más que encantado. También el txakoli Gure Arbasoak ha obtenido una buena puntuación, 94. El resto de mis vinos están igualmente bien situados, ninguno baja de los 91 puntos.

Los denomina de forma muy curiosa.

Al no ser mi familia viticultora -todo el mundo sabe que mi padre fue político y que mi madre regenta un restaurante junto con mi hermano-, tenía que dar personalidad a mis vinos y quise darles vida también a través de las etiquetas. Quería mostrar a ese asistente de la naturaleza que soy y trasladar el paisaje a los vinos.

Muy poético.

Ja, ja, ja€ ¿Y por qué no? Se puede hacer poesía con el vino.

¿Ya no hacen sidra?

No. Queríamos ampliar el viñedo de txakoli y en Bizkaia el terreno cuesta un ojo de la cara, así que tuve que arrancar los manzanos. Te puedo decir que lloré cuando los quitamos. Claramente, mi apuesta ha sido por el vino. Como decía Omar Khayyam -matemático, astrónomo y poeta persa del siglo XI-, «todos los libros y la sabiduría del hombre, por un suave aroma de vino».

¿A quién es más fiel, a sus vinos tintos o a su txakoli?

Depende del momento. No tengo vinos favoritos. Con unas anchoas, por ejemplo, me apetece mucho un txakoli porque me evoca el mar cuando rompe y noto la salinidad que tienen los que hacemos nosotros. Es como esa ola que rompe sobre la roca y huele a sal, es algo que me vuelve loco, y eso me lo da un txakoli. Los vinos de Rioja me llevan más hacia el campo, hacia esos tomillos, esos romeros, esas trufas€ Son mis hábitats, los bosques, los viñedos, y por supuesto el mar. Suelo decir que los vascos somos un poco elfos. ¿No te parece que lo somos?

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En 2010 compró su primer viñedo en la Rioja Alavesa, que ha ido ampliando poco a poco.

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¿Qué más aficiones tiene además del campo, el mar, las uvas€?

Me gusta mucho hacer tracking. En el monte paso mucho tiempo, todo lo que puedo. Hago yoga, me gusta leer y me vuelve loco la música, no podría vivir sin ella. Y por supuesto, la gastronomía, que está totalmente conectada con el vino. El vino es parte de ella y también forma parte de ella la vida. Somos lo que comemos y lo que bebemos.

Si le preguntamos la edad€

Ningún problema, ni quito ni pongo años: 45, aunque como puedes comprobar aparento 35.

Pues se acaba de quitar diez de golpe.

Ja, ja, ja€ ¿No me ves más joven?

Claro que sí, un chaval. Es usted un empresario curioso, le gustan las producciones limitadas y no quiere empeñarse en algo más intensivo aunque resulte más rentable.

No quiero vivir exclusivamente para trabajar y solo pensar en producir. Quiero algo que pueda controlar yo y lo quiero controlar aquí, en Rioja, y allí, en Bizkaia. ¿En qué se traduce? En las siete hectáreas que tengo en Bizkaia, las ocho que tengo en Rioja Alavesa y 2,5 más en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja). Con esto me planto.

¿En cuántas botellas se traducen estas hectáreas?

En tres o cuatro años serían entre 60.000 o 70.000 botellas en las dos denominaciones de origen, no más. Podría hacer una producción mayor, pero la verdad es que no me apetece salir de ese número.

¿Le resulta rentable una producción tan reducida?

En mi caso sí, lo es por el tipo de vinos que hago. No me gustaría complicarme la vida con una producción mayor.

¿Qué le atrajo de la finca que compró en Laguardia, Artillero?

Yo elaboraba los vinos en una bodega de Laguardia, Ruiz de Villaspre, y ellos me enseñaron esa finca, me enamoré de ella y al cabo de dos años la compré. Después compré el resto. Son las viñas las que vienen a ti. Una de las virtudes que tengo es que veo una viña y veo un vino, por eso una me ha llevado a otra. Todo lo que tengo son parcelas viejas. También he plantado en el monte de Leza un sistema australiano (keyline) de plantación. Respeta la orografía, combate la erosión, retiene el agua€ Este proyecto es porque quería dejar un legado de algo hecho solo por mí y que ponga: Esto lo plantó el elfo de Gernika.

¿Nunca ha tenido tentaciones políticas, como su padre?

No, para ejercerla no, pero sí soy alguien que cree en la política.

Además de elfo, es usted hombre de fe.

Ja, ja, ja€ Un poco de razón tienes, creer en la política en los tiempos que corren puede resultar increíble, valga la redundancia. Pero hay gente válida en política, gente que está al margen de todo lo que nos disgusta de ella.

¿Y cómo encaja la política en su mundo onírico?

En el mundo onírico también hay orden, hay naturaleza, hay animales que interactúan con el bosque y el bosque con ellos. Es todo un círculo, lo mismo que en la política.

Hablemos de dinero. ¿Es caro beber un buen vino?

Al revés, el vino está barato. Yo tengo vinos de todos los precios, desde los 12 hasta los 100 euros.

¿Hay mucha gente dispuesta a pagar 100 euros por una botella de vino?

Más de la que puedas creer. Yo vendo más del 60% de mi producción en mercados extranjeros. Estoy muy diversificado: Taiwán, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Francia€ Vendo en todo el mundo. Es muy importante no poner todos los huevos en la misma cesta.

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PERSONAL

Edad: 45 años.

Lugar de nacimiento: Gernika. (Bizkaia).

Familia: Es hijo de José Antonio Bastegieta, quien fuera popularísimo alcalde de Kortezubi durante veinte años, conocido por el nombre de Marko.

Trayectoria: Su inmersión en el mundo de la viticultura tuvo que ver con la plantación de una hectárea de viñedo frente al restaurante familiar. Tenía apenas 20 años y había regresado de una estancia en Estados Unidos. Su padre le puso al frente de esta finca y se fue a Rioja Alavesa para formarse en la elaboración de vinos. Se enamoró de esta tierra y compró su primer viñedo en 2010. Ha ido ampliando su producción, aunque no en demasía.

Actualidad: Sus vinos han sido calificados de excelentes por Parker y ninguno de ellos baja de los 91 puntos. Tiene un txakoli, Gure Arbasoak, con una calificación de 94 y un tinto, Kalamity, con 97. Distribuye más del 60% de su producción en países de todo el mundo.

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