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EN una pasada lo abarca todo”. José Domingo Txabarri sigue con la mirada el vuelo de los drones que escanean palmo a palmo sus 5,5 hectáreas de viñedos en Abellaneda.
Es la última de las sesiones que se han llevado a cabo desde febrero para monitorizar la cosecha de 2016 con el objetivo de analizar su vigor en “la primera bodega del mundo” que emplea este sistema de control continuado en el tiempo, certifica Ander García, ingeniero aeronáutico de la empresa Drone by Drone, encargada del trabajo. El estudio concluye que poner en práctica las enseñanzas extraídas “ha permitido un ahorro del 30% en el gasto de abono”. Además, Txabarri, adscrita a la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina, prevé producir 30.000 kilos más de uva, “fruto de la confluencia de varios factores: el empleo de drones y la excelente climatología”.
Un beneficio “importante” que todavía prefiere traducir en retorno económico gracias a las fotografías del suelo que toman los aparatos. “Con los mapas de color que me entregan ya sé qué zonas requieren más o menos abono”, explica el txakolinero de Zalla, reciente ganador de dos premios en el Último Lunes de Gernika. Obtener un retrato “de una sola vez” es una de las ventajas del uso de drones en agricultura, señala Jordi Monedero, electrónico e informático de la empresa que ha realizado el trabajo de campo. Hay ciertos factores que influyen en los viñedos que “solo resultan apreciables si se mira desde el aire: como las diferencias entre los terrenos, temperatura, sol o el desarrollo de las plantas”.
Por etapas Durante cada vuelo se han congelado “88 imágenes multiespectrales que generan el mosaico u ortofoto con una escala de colores dividida en cinco intensidades”, en las que el verde se asigna a aquellas viñas que crecen con más fuerza. El proceso se ha repetido en diferentes etapas: la preparación del suelo en invierno; en el máximo apogeo de la floración, en primavera; en pleno verano, en la vendimia a finales de septiembre; y por último en noviembre para evaluar el estado de la tierra tras la recogida de la uva.
Jordi y Ander ya disponen de los resultados que proporcionarán las pautas a Txakoli Txabarri de cara al futuro con el objetivo de engordar su ya extenso palmarés: 63 reconocimientos, entre ellos los premios Bacchus y Baco. Según han podido constatar, las parcelas situadas más al sur presentan una alta variabilidad que ha requerido la puesta en marcha de medidas correctoras. Así, “la aplicación selectiva de abonos y fertilizantes ha conseguido una cosecha más homogénea en toda la explotación de txakoli, equiparando al final las áreas de mejor rendimiento con las de peor”. En consecuencia, se ha ahorrado un 30% del gasto en abono, “alrededor de 2.000 euros”, calcula José Domingo Txabarri.
“En lo que respecta a los drones nos encontramos solo en la prehistoria. A medida que vayan ganando autonomía para recorrer más kilómetros crecerán sus aplicaciones: soluciones en seguridad, inspección de obras o incluso transporte”, pronostica mientras pone a punto un multicóptero preparado para alzar el vuelo a 120 metros de altitud, “lo que permite la ley”. Este aparato, que el propio Jordi maneja por control remoto capta las imágenes, y el dron que pilota su compañero Ander lleva a cabo las mediciones técnicas. La agricultura es uno de los campos donde ya se ha implantado esta tecnología. “Se han utilizado, por ejemplo, en la lucha contra la avispa asiática” precisan, aunque actualmente cuenta con mayor peso en el sector audiovisual.
En cuanto a su aprovechamiento para el txakoli “la bodega Txabarri ha sido pionera”, alaban Jordi y Ander. José Domingo Txabarri les conoció a través de su hijo y no ha dudado en probar su utilización para sacar aún más partido a sus plantaciones en Abellaneda, situadas en las inmediaciones de la Casa de Juntas. Se trata de un territorio “muy apto para la producción de txakoli que recibe corrientes térmicas procedentes de la Meseta o el litoral de Muskiz, cerca de aquí”.
En días despejados como el que da la bienvenida en la quinta y última jornada de trayecto a vista de pájaro, desde las viñas se divisa la silueta del Gorbeia entre una hilera de montes. Bajo la bruma, Zalla. En el municipio donde la bodega Txabarri ha echado raíces y el resto de clientes están deseando probar una cosecha de altos vuelos.
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