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Historias de Tripasais

Itxasgaña, el primer txakoli con lustre

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En 1892 Fausto Ibáñez de Aldecoa fundó en Lekeitio una bodega con la que revolucionó el mundo del vino

 

Ana Vega Pérez de Arlucea · Madrid · Miércoles, 18 de octubre 2023

 

Hubo un tiempo lejano y fastuoso en que las mejores fiestas de París las daban señores lekeitiarras.

En 1860 la alta sociedad francesa se pirraba por visitar la mansión de José Luis Abaroa del mismo modo que veinte años antes lo había hecho en casa de su tío José Javier Uribarren e igual que lo seguiría haciendo a finales de aquel siglo en los elegantes salones de sus sobrinos Claudio o José María.

Todos nacidos en Lekeitio y todos banqueros, pertenecientes a una dinastía familiar fundada en 1826 por un rico indiano y que hasta 1902 manejó desde Burdeos, París o Londres (con parada obligatoria en la costa vizcaína) inmensas cantidades de dinero y colosales inversiones.

La saga de los Aguirrebengoa-Uribarren-Abaroa me persigue desde que –hace ya demasiados años– me enseñaron el recetario que durante aquellos dorados años parisinos escribió una de sus cocineras.

Da la casualidad de que excavando en el filón gastronómico de la banca Abaroa encontré un tema que bien merece salir en esta página: el primer txakoli con prestigio de nuestra historia.

Fue pionero de una revolución enológica que decidió dejar atrás el «chacolín» ácido y desabrido para convertirlo en un vino de mesa de primera categoría, digno de las célebres soirées de los riquísimos Abaroa. Se dice que aquellos banqueros solían ofrecer en sus banquetes bacalao a la vizcaína y un delicioso vino agridulce que sus invitados confundían con caldos del Rin o del Mosela. Ni lo uno ni lo otro: se trataba de genuino txakoli vizcaíno, elaborado en el pueblo natal de los Abaroa y para más inri por un pariente cercano.

De las tabernas a los restaurantes

Fausto María Ibáñez de Aldecoa y Bengoa (1847-1921) era nacido en Ondarroa, pero en 1872 había emparentado con aquella acaudalada familia al casarse con Ana Abaroa Abaroa, sobrina de los gurús financieros José Luis y Pascual Abaroa Uribarren. Probablemente algún milloncejo de la casa ‘Abaroa et Compagnie’ acabó siendo destinado a los sueños empresariales de Fausto, quien además de abogado, diputado por el distrito de Markina o socio capitalista de varias compañías mineras tenía veleidades de viticultor.

Lo que empezó como afición se transformó en un boyante negocio gracias a la fundación en 1892 de la sociedad ‘Fausto Ibáñez de Aldecoa’ (luego pasaría a ser ‘Herederos de F. I. de Aldekoa’) para comercializar el txakoli que producía en Lekeitio. ¿Conocen ustedes la urbanización Artadi? Pues fue construida en 1974 sobre lo que había sido el viñedo de don Fausto, en unos terrenos que miran al Cantábrico. De ahí salió el nombre de la marca de nuestro protagonista: Itxasgaña, sobre el mar.

Gracias a su apuesta por la calidad (y también a sus buenos contactos) Fausto consiguió que el txakoli pasara de las tabernas a los restaurantes y de la jarra de loza a las copas de cristal fino.

De un vino tradicionalmente cosechero sacó uno con crianza capaz de seducir a paladares expertos o de merecer una entusiasta reseña en el diario Bizkaitarra, que el 20 de noviembre de 1909 anunciaba a sus lectores la salida a la venta «del riquísimo txakolin Itxasgana de Lekeitio, cosecha de 1903 clase extra, procedente de las bodegas de don Fausto Ibañez de Aldekoa». La botella de aquella añada costaba dos pesetas y llevaba meses haciendo salivar a sus leales consumidores, «txakolintzales y otras muchas personas de paladar delicado que han gustado ya de las exquisiteces de tan delicioso néctar».

El Itxasgaña se había convertido en bebida habitual de los batzokis, los banquetes políticos y los menús de la élite empresarial. Don Fausto paseó con éxito su producto desde los mercados agrícolas de Bilbao hasta la Exposición Internacional del Centenario de Buenos Aires (1910) y fue también el primer introductor del txakoli en Madrid, donde vivió largas temporadas.

La banca Abaroa quebró a principios del siglo XX pero el vino familiar la sobrevivió. El 13 de septiembre de 1922, un año después de la muerte de Fausto, un artículo del periódico El Pueblo Vasco aportó nuevos e interesantísimos detalles sobre la bodega Itxasgaña: 30 años después de su fundación contaba con 85.000 cepas y producía 1.000 cántaras de vino al año, más de 16.000 litros.

La elaboración, amoldada al estilo del Rin, estaba supervisada por quien quizás fuera el primer enólogo profesional del mundo txakolinero. Además de ser futbolista tanto del Athletic de Bilbao como del de Madrid el hijo menor de Fausto, Claudio Ibáñez de Aldecoa y Abaroa, estudió en el Centro de Investigación de la Viticultura de Geisenheim (Alemania) e incluso llevó allí muestras de levaduras.

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