.
.
.
El día del apagón.
.
.
.
Txakoli, una selección de diversidad
El Correo · Jantour
3 May 2025
ELENA SIERRA
.
Bizkaiko Txakolina jugaba, en la última cata de la Asociación de Sumilleres de Bizkaia, en casa. Y aun así, la selección de vinos sorprendió a más de uno.
Porque una D.O. relativamente joven y bastante pequeña –son 35 bodegas que en los últimos dos años han visto reducirse la producción de los viñedos en un 20% cada temporada– ha hecho de diversidad seña de identidad y así pueden beberse ya txakolis muy diferentes.
De «su singularidad» habló Elena García, asesora de unas cuantas bodegas y miembro del panel de cata de la D.O.
Su primera apuesta, un tinto, que aunque fue en tiempos un txakoli muy común ya no lo es. El Ilun 2023 de Gorka Izagirre, tras 15 años de estudios de la parcela y de la variedad Hondarrabi Beltza, nacía para mostrar «la tipicidad de la finca, para catar la uva de esa parcela».
De un proceso de estrujado, despalillado y fermentado con levaduras autóctonas, se obtiene un vino de tanino amable, ligero, fácil de beber. «Es una variedad herbácea y dura en boca pero se ha buscado la finura».
Que el tinto fuera el primero en ser catado, teniendo en cuenta que se suelen reservar para después de los blancos, da una idea de los txakolis que se probaron esa tarde. Nada que ver con el típico joven que mucha gente tiene aun en la cabeza.
Cada cual a su manera, los seis txakolis siguientes toman otros caminos y llegan a la copa tras procesos diversos.
Por ejemplo, G2 de Bodegas Berez Galanta, en Usansolo, un Berezi de 2021 que se elabora prensando las uvas sin estrujar ni despalillar, se fermenta con levaduras comerciales y pasa a un depósito a 4º para ser criado con sus lías de forma estática, sin movimiento ninguno.
Así pasa diez meses. «Buscan frescor y carbónico residual, y la estructura de la lía». Resulta un txakoli «ligero, alegre, aromático y de mucha fruta».
Variedad de elaboraciones
Talai-Azpia, con un viñedo sobre el mar en Mendexa, lo que quiere con Inguz 2024 es reflejar el Cantábrico. La intervención es mínima. Una premaceración para sacar los aromas de las uvas y una fermentación a temperaturas bajas guardan recuerdos yodados, sacan notas tropicales en nariz y salinidad en boca. Además, con solo un 12º de graduación alcohólica, que hoy en día es casi una rareza.
Ola Oeste, de Bodega Berroja, viene de un viñedo a 200 metros sobre el nivel del mar en Muxika. Este 2023 se clasifica como ‘Aparta’, lo que gracias al nuevo cambio de reglamento y por tanto de etiquetas hará que en breve pase a ser un Berezi Apartak.
«Es un maceración carbónica, como si fuera un tinto. Todo el racimo va al depósito, da mayor aroma». Es, dice García, la «vista más salvaje de la Hondarrabi Zuri».
Ligeramente turbio, no filtrado del todo, muy pálido y de aromas más florales, se sale de cualquier encasillamiento incluso para un txakoli con su etiqueta.
Para terminar la cata, elaboraciones en tres recipientes distintos. El primero es el Xuxur 2022 de Lvre Wines, de Orozko. Crianza sobre lías ocho meses en depósito inox sin batonage, sin moverlo y a unos 12º. «Fruta muy dulce en nariz, como amielada, y estructura y acidez en boca, sabe a lo que huele».
El segundo es Torre Loizaga Ánfora 2023, de Bodegas de Galdames. Lleva un 20% de Riesling pero lo característico es que al acabar la fermentación pasa 6 meses en inox y luego otros 6 en tinaja de barro, que permite una microxigenación. No parece joven en nariz y en boca es «terroso, mineral». Tiene, además, mucho color.
Y el último es un Ieup! Barrica 2023 de Magalarte Lezama. La crianza en barrica de roble francés sobre lías con batonage durante cinco o seis meses le da estructura; la madera no enmascara el toque de fruta madura y de hueso. «El frescor se lo da un poquito de Petite Manseng».
La capacidad de guarda de este txakoli es teórica porque… se vende en cuanto sale al mercado. «Pero dos o tres años seguro».
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.