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El cultivo de la vid en la zona del Chacolí Alavés.
Más de mil años de historia documentada para el estudio y protección de un patrimonio vitivinícola olvidado, Territoires du vin en Espagne nº 3, 2011, Maison des Sciences de l’Homme de Dijon & la Chaire Unesco «Cultura y tradiciones del vino»
El cultivo de la vid en la zona del Chacolí Alavés
Mas de mil años de historia documentada para el estudio y protección de un patrimonio vitivinícola olvidado
Juanjo Hidalgo
.Departamento de Historia del CMFP de Laudio (Álava)
Fecha de publicación : 1 de marzo de 2011
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Mesa de matières
EL ESPACIO GEOGRÁFICO DEL CHACOLÍ
El espacio geográfico del chacolí alavés y del Alto Nervión DOCUMENTAL LA IMPORTANCIA DEL PATRIMONIOLA DOCUMENTACIÓN MEDIEVAL EN LA ZONA DEL CHACOLÍ ALAVÉS
LA DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA ENTRE LOS SIGLOS XV Y XIX
Siglo XVI Siglo XVII Siglo XVIII Siglo XIX Siglo XX
DOCUMENTACIÓN PERIODÍSTICA Y LITERARIADOCUM ENTACIÓNTOPONÍMICAPATRIMONIO MATERIAL O TANGIBLE
Patrimonio mueble patrimonio inmobiliario PATRIMONIO INMATERIAL O INTANGIBLE
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Texto Integral
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«…allá donde la niebla o la humedad general o terreno estéril o rocoso parecían hacer prohibitivo la existencia de la vid, allí el hombre consiguió crear el viñedo para el mejor vino»
Etimologías
(artículo VII) San Isidoro de Sevilla
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Que la vid llegó a latitudes y altitudes que rozaban el límite de su capacidad biológica por adaptarse a un medio físico adverso lo prueba el desarrollo que tuvo en territorios como Flandes, Bretaña, Normandía o Inglaterra, sin olvidar los terrenos alpinos del Valle de Aosta italiano y el sur del Valais o el Neuchatel suizos, además del húmedo Golfo de Bizkaia donde se ubica nuestra comarca.
Príncipes y reyes, señores nobles y eclesiásticos, se esforzaron en extender la vitivinicultura por sus regiones de origen por razones de prestigio, pero también prácticas.
La continua selección de variedades de vid y el paciente trabajo del agricultor debían de ser especialmente importantes para la obtención del ansia do vino con el que abastecer la casa, el palacio o el monasterio, todo ello a pesar de la baja calidad que sin duda caracterizaba a aquellos caldos.
Por tanto, que el viñedo vivió una expansión inusitada desde la Edad Media es algo innegable, incluso, como ya hemos señalado, por territorios nada adecuado para su cultivo dada la escasa insolación anual y el exceso de humedad traído por el viento del norte.
Así, debieron de haber buenas razones para que las vides medraran por el accidentado relieve, a menudo rodeando pequeños centros religiosos donde coexistirían viñas productivas con plantaciones de jóvenes majuelos.
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El hombre aprendió a extraer el mosto de la uva para convertirlo en alimento, vino para la liturgia y bebida de prestigio
Y efectivamente, monasterios e iglesias como las que mencionaremos más adelante, demandaban la presencia de ese vino ansiado convertido en «sangre de Cristo» para consagrar los actos religiosos, por lo que no dudaron en cultivar las vides que fueran necesarias, incluso en aquellos lugares de intrincada geografía y climatología adversa como las de Ayala y Alto Nervión. Pero tampoco hay que olvidar la particularidad embriagadora del vino, como una de las pocas formas de escape que el individuo de aquel entonces podía utilizar para evadirse de la dura realidad que lo envolvía.
Una bebida que, con moderación, era permitida por las órdenes monásticas para el consumo de sus monjes –hasta un litro por cabeza. Según la regla benedictina–, relacionados seguramente con el aspecto nutricional y las calorías que el propio vino aportaba a su dieta. Y tema recurrente en el arte escultórico románico, donde racimos de uva, vides y vendimiadores ocupaban lugar preferente en capiteles y portadas de iglesias.
Los monasterios medievales propiciaron la expansión del viñedo y el consumo de vino entre sus religiosos.
El espacio geográfico del txakoli
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Comprende tres dominios coinciden con los territorios históricos de la Comunidad Autónoma de Euskadi: Bizkaia, Gipuzkoa y Álava.
Así, no sin esfuerzo, la primera denominación de origen dedicada al chacolí vasco surgió en el año 1989, concretamente la Denominación de Origen Chacolí de Getaria – Getariako Txakolina. Con ella, el vino de chacolí entró en la era de la modernización y se presentó en el mercado de vinos como un producto de calidad y competitivo. Hoy día, esta denominación de Getaria abarca a todas las explotaciones del Territorio Histórico de Gipuzkoa. Fue, sin duda, el primer paso, ya que el segundo llegó con la creación de la DO Chacolí de Bizkaia – Bizkaiko Txakolina en 1994, otro brindis a la salud de nuestro querido vino de la tierra.
Para el tercer gran paso, empero, habría que esperar.al siglo XXI, en cuyo primer año –2001– se constituyó la más joven de nuestras denominaciones, la DO Chacolí de Álava – Arabako Txakolina, aunque ya había venido reivindicando su sitio desde 1989.
Fuera del ámbito vasco debemos mencionar algunos territorios limítrofes que, comolos valles de Mena y Tobalina, Miranda de Ebro y Briviesca en Burgos, así comoamplias zonas de Cantabria oriental, han contado históricamente con abundancia de abundanciaviñedos para vinos de chacolí o de características organolépticas similares. todaviahoy, de manera residual y sin ayuda institucional, se mantiene algún tipo deproducción chacolinera tradicional para el autoconsumo en estas zonas. Del mismomodo, los archivos municipales de algunas villas y localidades de la costa guipuzcoanamás oriental –Hondarribia, Irún, Pasaia, San Sebastián o Mutriku– albergandocumentos interesantes que citan repetidamente la palabra «chacolín» para referirsetanto a los vinos propios de la costa como a vinos procedentes de Francia,concretamente de las zonas de Burdeos y La Rochelle. Si es del siglo XVIcuando se generaliza esta denominación de «vinos chacolines» o «vinos de chacolín»que invita a pensar en una más que probable geografía del chacolí localizable en unamplio sector del arco atlántico comprendido entre la región de Trasmiera, enCantabria, –con municipios como Argoños, Noja o Colindres entre otros–, y eldepartamento francés del Charente Marítimo –cuya capital es precisamente LaRochelle–, al suroeste y noreste respectivamente de este gran espacio chacolinero,incluidas zonas al interior del noroeste alavés y del noreste burgalés.
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El espacio geográfico del chacolí alavés y del Alto Nervión
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Situándonos en el territorio objeto de nuestro estudio, comprende éste una amplia zona natural formada por siete municipios a caballo entre dos territorios y, por tanto, dos denominaciones de origen. Así, los municipios alaveses de Laudio, Amurrio, Okondo, Ayala y Artziniega integran, de manera exclusiva y excluyente, la DO Chacolí de Álava, mientras que los vizcaínos de Orozko y Orduña participan de la DOChacoli de Bizkaia. Un gran espacio que, aunque no muy alejado de la costa, sí cuenta con características bioclimáticas muy especiales, derivadas de la importante orografía circundante –Ganekogorta (998 m) por el norte, Gorbeia (1481 m) por el este, y las sierras de Gibijo y Gorobel (1180 m) por el sur y suroeste respectivamente–, de una mayor altitud de estos valles del curso alto del río Nervión y de la influencia de masas de aire diferentes, procedentes unas del interior seco de la meseta, acompañados a menudo de fuertes rachas de viento sur, y del Golfo de Bizkaia otras, con vientos de componente norte y con frecuencia más húmedas. Un espacio, pues, de orografía compleja e influencias contrastadas que, sin duda, el viñedo local ha sabido lo mismo. La mayor fama de los chacolines vizcaínos y guipuzcoanos ha ocultado en los últimosaños la realidad del mapa chacolinero vasco, un mapa que no coincide plenamente conEse ámbito costero. Por lo tanto, este espacio geográfico del chacolí alavés y del AltoNervión viene a reivindicar su sitio en el panorama actual de los vinos chacolines quepor derecho ya le correspondía, a tenor de la huella histórica habitada en el transcursode los siglos, perfectamente documentada como veremos en los capítulos siguientes.
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Documental la importancia del patrimonio
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La documentación escrita ofrece una base histórica fundamental a la hora de acómetro.cualquier trabajo de investigación, ya que aporta solidez, y dota de memoria y sentidoa cualquiera de los patrimonios inventariables, bien sean de carácter material,paisajístico, o de transmisión oral de conocimientos.No podemos decir que sea muy numerosa para el ámbito vasco la documentaciónexistencia sobre viñas y vino desde la Edad Media. Sin embargo, la suma de cartulariosy becerros de grandes monasterios como San Millán de la Cogolla, Valpuesta, Eslonzay Oña, las Fuentes Documentales Medievales del País Vasco, los archivos municipalesy provinciales, los de las chancillerías, las abundantes ordenanzas municipales y losLos centros de documentación públicos y privados contienen una gran riqueza dereferencias sobre el cultivo de la vid en nuestros territorios históricos que ayudanmucho a definir esa tradición vitivinícola que existió y que durante siglos hapermanecido un tanto escondida o dormida.De igual forma, hay censos históricos y diccionarios geográficos que aportannumerosos datos e información sobre el cultivo de la vid y la producción vinícola.También son importantes las referencias periodísticas y literarias procedentes deautores que, o bien eran viajeros circunstanciales, o periodistas de guerra –losconocemos desde las carlistadas–, o verdaderos literatos de los siglos XIX y XX, loslos cuales ejercieron de verdaderos cronistas de su época.Los mapas históricos y la cartografía administrativa contemporánea muestran,, datos sobre paisaje y igualmente toponimia muy valiosos de cara a reconstruir unageografía del viñedo que ya no existe, o no al menos de ese modo.
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La documentación medieval en la zona del chacolí alavés
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Gracias a los estudios de arqueología medioambiental y arqueobotánica en lo querespecto a la vertiente atlántica, se han identificado granos de polen de
Vitis
en elestuario del Bidasoa, fechados en el 2700 antes del presente. Sin embargo, semillas devid como tales no se han documentado hasta el s. I después de Cristo, relacionadocon actividades comerciales en el puerto de Oiasso, la actual Irún.
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Pero tendremos que dar un salto en el tiempo para llegar a ver viñas plantadas en losvalles atlánticos del País Vasco, y más concretamente en la comarca de la Tierra deAyala y el Alto Nervión, donde municipios como Llodio, Amurrio, Oquendo, Ayala yArtziniega, junto a los vizcaínos de Orduña y Orozko, conforman un extenso territorionatural de prolongada tradición vinícola. Y no debemos tratarlo de manera aislada, yaque en otras comarcas vecinas –caso de Valdegovia en Álava o el Valle de Mena enBurgos– la presencia de la vid ha tenido un parecido desarrollo histórico, puesto queaparece mencionado como
viñas
(viñas) en diversos documentos, algunos muytempranos, y siempre en relación con centros religiosos. Y lo curioso del asunto es quetodas ellas se encuentran enmarcadas en áreas poco o nada favorables al cultivo de la vidy, por tanto, a la capacidad que se le supone a esta planta de producir uvas madurasapropiadas para la producción de vino.El siglo VIII se caracterizó por la progresiva aparición de asentamientos campesinos.estables, pero también por el afán fundacional de monasterios e iglesias por parte deobispos y abades para ir ganando cotas de poder en unos territorios de frontera –casode Valdeg Ovía y Ayala,en el occidente y no rte respectivamente del territorio alavés–que, a pesar de lo que la documentación ha querido dejar entrever, no estaban ni tan desocupados de población, ni tan abandonados a su suerte como se ha dicho en repetidas ocasiones.
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No debemos separarnos mucho ni de las primitivas aldeas ni de las pequeñas iglesias fundadas entre los siglos VIII y IX, si queremos rastrear aquellas primeras uvas cultivadas, con cuyo zumo habría de salir el vino destinado a los actos litúrgicos y, también, el empleado en la dieta diaria de señores y eclesiásticos, frailes y monjas, y gentes de diversa condición. Zumos de uvas verdes crecidas entre la niebla para fabricar vinos ásperos con los que acompañar las necesidades de culto de una Iglesia imparable en su avance, vinos convertidos en símbolos de poder y prestigio paramesas y altares en todo el occidente europeo.Pero si de semillas se trata, seguramente antecesoras de nuestros chacolines.atlánticos, habremos de rastrear algunos de los documentos medievales de la Tierrade Ayala y su entorno más cercano –correspondientes a otras tantas fundacionesmonasteriales–, en los que se constata la presencia de viñas desde épocaaltomedieval, vides domésticas cuyas variedades desconocemos, así como suscualidades y producciones, pero que tuvieron el mérito de medrar entre montañashúmedas y poco soleadas, y haber sido las precursoras, en los mismos escenariosgeográficos, de otras cepas que más tarde darían el llamado «vino de la tierra» ochacolín. Nos estamos refiriendo a los documentos de Santa Mª de Tudela, identificadoscon el pueblo de Retes de Tudela, en el municipio de Artziniega, y de San Víctor deGardea en Laudio. No obstante, habremos de tener presentes a los parientes a Santa María de Valpuesta ya la iglesia de Taranco en el Valle de Mena, ambos en territorio de Burgos.
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El vino de la tierra no es otro que el chacolí, un término que comenzó a generalizarse en la documentación del siglo XVII
Valdegovía y Valpuesta
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La historiografía clásica continuadora de las teorías de Sánchez Albornoz y otros hanortequerido ver las tierras de Valdegovía como un desierto demográfico tras la implacable invasión musulmana sufrida por la mayor parte del territorio peninsular. Sin embargo, no creemos en una Valdegovía vacía de gentes en el año 804, sino con poblaciónindígena perfectamente organizada en aldeas, con sus labrantíos y molinos, sus viñasy sus iglesias comunitarias, gentes con las que hubieron de pactar abades y obisposque, como Vítulo y Juan, llegaron, fundaron y se establecieron sobre lo que ya había yno sobre una «tierra de nadie» como quieren hacer ver los cartularios, códices ybecerros. De hecho, cuando el abad Pablo «adquiere» tierras para el recién fundadomonasterio de San Martín de Losa, se citan, entre ellas, siete viñas cercanas aTobillas, documentadas hacia el 872. Pero no sólo se habla de viñas, sino también demolinos, dehesas y sernas, es decir, campos de trabajo y tecnología «aprehendidos» porhaber sido abandonados recientemente por sus dueños. En este sentido, la arqueologíase hace totalmente imprescindible no sólo para confirmar o desautorizar lo que losnos documentos cuentan, sino también para ir conociendo mejor esa parte oculta de lahistoria que los documentos no nos cuentan. Y así de rotundo es el historiador Iñaki G.Camino cuando dice que «la ocupación altomedieval de los Castros de Lastra o de las
villae de Valluerca y Villamanca con quienes el abad Avito, al fundar el monasterio deTobillas, tuvo que compartir bienes públicos a través de su participación en unacomunidad de pastos, es la prueba de la existencia previa de unas aldeas quepercibían como propio un espacio organizado y explotado territorialmente», y que, porPor supuesto, nunca habían sido abandonadas.
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Santa María de Valpuesta, sede episcopal y centro de poder documentado desde el año 804
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En cualquier caso, sí que hay un hecho constatable en la documentación, y es el de lageneralización del cultivo de la vid por todo el territorio, no sólo para satisfacer lasnecesidades del culto, sino también las propiamente alimenticias de aquellos monjesde San Esteban de Salcedo, San Román de Tobillas o del propio monasterio de SantaMaría de Valpuesta.En este sentido, las actas del becerro valpostano ofrecen numerosas citas sobre la vid,y señalan a Alcedo como el principal centro vinícola de toda la comarca, con suMonasterio de Santiago a la cabeza. Seguramente, la orientación de sus tierras enladera hacia la exposición solar debió de resultar decisiva en aquella concentración demimadas cepas. El cartulario de Valpuesta menciona, además, numerosas donacionesde viñas al monasterio por parte de sus fieles, especialmente abundantes desde el s.XI en adelante. En la actualidad no hay una sola viña en toda la comarca deValdegovía.Iglesia de Santa María de Tudela en ArtziniegaUn documento indispensable para la comarca del chacolí alavés es el que correspondea una donación aparecida en el cartulario de Valpuesta haciendo referencia al pueblode Retes de Tudela, en Artziniega. Corría el año 864 y reinaba el rey asturiano Ordoño.Yo cuando una familia, encabezada por Elduara y sus hijos Fredenando, Godesteo,Gisclauara, Hanni, Soario y Justa, donaba a la iglesia de Santa María de Tudela todoslos bienes muebles e inmuebles que poseían, es decir, edificios, manzanos–
pommares
–, viñas –
viñas
– y tierras de sembrar –
terras sationaviles
–, «todascuantos en este mismo valle obtuvo nuestro padre», el marido de Elduara ya fallecido,quien hubiera llegado a esta elevada zona del sur de Artziniega para asentar su hogar,allí donde más tarde se levantaría una torre defensiva para vigilar y «tutelar» los pasos.de Gordeliz hacia el Valle de Mena y el puerto de Angulo. Precisamente, aquella«tutela» daría luego el nombre a la población de Retes de Tudela, cuya iglesia –alborde del promontorio–aparece en posición excéntrica respecto al caserío.
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Iglesia de Santa María en Retes de Tudela (Artziniega), documentada por vez primera en el año 864
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Desconocemos quién fue el marido de Elduara, pero sabemos que no se trataba de unsimple colono llegado de lejos, sino de un señor de cierta importancia que roturó zonasde bosque y terrenos baldíos para convertirlos en tierras de cultivo, donde plantarcereales, frutales y cepas de vid. También edificaría cuadras para el ganado, unmolino y algún tipo de borda muy modesta donde acoger la morada familiar. Algúntiempo después se decidiría a construir una pequeña iglesia privada dedicada a supatrona Santa María, un lugar seguro al que llevar sus diezmos y pagos en especie ydel que poder beneficiarse más tarde, convirtiendo así la obligación contributiva enprovecho propio.Vemos, pues, que el cristianismo se difundió tempranamente en la Tierra de Ayala, ycon él también la cultura del vino, acompañando a una familia que de algún modosería «representante de una nueva aristocracia, cuyo dominio se fundamentaba en laposesión de la tierra, en el control de los instrumentos y de la mano de obranecesarios para asegurar su explotación, y en la adquisición de ciertos derechos deexplotación sobre bienes públicos», en palabras de Iñaki G. Camino. Representantes de grandes propiedades que fueron generalizándose en el occidente alavés entre lossiglos IX y XI, y que liderarían el horizonte político en esta tierra de frontera.Iglesia de San Víctor y Santiago de Gardea en LaudioOtro documento importante es el que hace mención al monasterio de San Víctor ySantiago de Gardea, esta vez del cartulario de San Millán, en el que se alude a ladonación del mismo, con todas sus posesiones, al monasterio de San Esteban deSalcedo el día 5 de mayo del año 964. En este caso los protagonistas son un tal donJimeno y su hermana Marina, quienes por propia voluntad dicen: «concedemos yconfirmamos al monasterio de San Esteban y Santa María de Salcedo, en la persona desu abad Nuño, nuestro monasterio de San Víctor y Santiago, situado en el lugar quedecimos Gardea, con sus tierras, viñas, molinos, manzanares y demás pertenencias,tanto bienes muebles como inmuebles […]».
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Ermita de Santa Cruz de Gardea, quizás construida sobre el mismo solar que ocupara aquel temploaltomedieval de San Víctor y Santiago en el año 964
También en este caso los protagonistas son representantes de la clase dirigente,quienes trataban de apropiarse de los medios de producción campesinos y del derechosobre los templos, concentrando para ello las rentas que recaudaban las pequeñasiglesias de las comunidades aldeanas en unas pocas que estaban bajo su control.Toda una reordenación de la red eclesiástica a la que no escapó el templo de SanVíctor en la aldea de Gardea, convertido después en ermita –acaso en el actualemplazamiento de Santa Cruz–, y barrio del actual municipio de Laudio, cuya parroquiade San Pedro concentraría buena parte de las rentas perdidas por estas otras iglesias.Vemos, pues, cómo religión, política y vino iban de la mano, como partes indisolubles.del nuevo sistema de dominio señorial, ya fuera éste laico o eclesiástico.
Iglesia de San Emeterio y San Celedonio de Taranco, en el Valle de Mena (Burgos).
Sus viñas delsiglo XII aparecen falsamente datadas en el año 800
El Valle de Mena
Hay que mencionar un documento del cartulario de San Millán, fechado en el año 800,a pesar de ser radicalmente apócrifo. Se trata de un acta de donación y en ella seasegura que hasta este valle llegó el abad Vítulo con el presbítero Ervigio y suspara fundar el monasterio de San Emeterio seguidores y San Celedonio de Taranco, alque donaron todo su patrimonio tanto mueble como inmueble. El acta prosigueenumerando las labores de aquel abad y de todos cuantos con él estaban, añadiendoque plantaron y edificaron sus viviendas y hórreos, así como bodegas, prensas ymolinos. También se dotaron de huertos y manzanares, y plantaron viñas, haciendobueno el texto de un conocido diploma carolingio del siglo IX que decía:
Fecit ecclesiaset plantavit vineas.
Además, no hay que olvidar que en este mismo documento se citapor vez primera la palabra «castilla» para referirse a ese espacio geopolítico nacido enestas tierras del norte burgalés y occidente alavés, defendidas por castillos roquerosencaramados en colinas y desfiladeros, y que los musulmanes llamaban
Al-Quilé
,eses decir, «los castillos».
En el mismo documento aparece la palabra «Castilla», considerada hasta no hace mucho tiempo, como primera cita del topónimo.
Sin embargo, como bien ha señalado Gonzalo Martín Díez, este documento relativo a lafundación de Taranco se encontraría entre los 17 diplomas apócrifos del Cartulario deSan Millán que pretende datarse con anterioridad al año 900, simplemente paradotarlos de una autoridad fuera de toda duda. Fue redactado a mediados del siglo XII.y, al igual que el resto de su serie, incurre en graves anacronismos que lo convierten en paradigmático. Precisamente, es la amplitud de las herencias donadas en este falso diploma del año 800, el indicio más claro de su inverosimilitud, unas herencias que en realidad sí que existieron y fueron efectivamente donadas con el propio monasterio, solo que más de 300 años después de lo que su fecha dice. Así pues, nopodemos asegurar al día de hoy si existieron viñas en el Valle de Mena conanterioridad al siglo XII, momento a partir del cual sí podemos tener seguridad plenade ello, tal y como aparece citado en el mencionado diploma y en la talla de unprecioso capitel de la iglesia románica de Santa María de Siones, una de las joyas delvalle, donde puede verse una cepa rebosante de racimos de uva.
Capiteles románicos de la iglesia de Siones, en el Valle de Mena, con representación de vides cargadas de uva.
Aquel hombre recio, acostumbrado y sufrido del medioevo, hubo de componérselas paralograr que esa misma cepa representada en Siones, amante del calor mediterráneo,arraigara con éxito en los húmedos y sombríos terrenos del norte peninsular,resistiendo a los largos días de lluvia, a los hielos del invierno
ya la vaporosa nieblade los macizos montañosos. Un hombre duro y rudo, pero a la vez manso y temerosode Dios, que aprendería a gobernar la nave de la subsistencia a fuerza de caer una y milveces en la enfangada miseria de su tiempo. Sin duda alguna tuvo que ser paciente ybondadoso para ofrecer a la vid todo el amor y el cuidado que necesitaba para dar sufruto, buscando la calidez del sol en laderas orientadas al sur, en pos de esa tibieza yluz que el norte húmedo y sombrío negaba con raza.
La documentación histórica entre los siglos XV y XIX
Y si tenemos documentada la presencia de viñas en la Alta Edad Media, es lógicopensar en una continuidad e incluso aumento de la producción durante la Plena y BajaEdad Media. Por ello, un capítulo aparte merecen las ordenanzas municipales, dictadaspor las autoridades del lugar para reglamentar de manera oficial todas aquellasactividades económicas y comerciales, además de regulares otros aspectos sociales ypolíticas de la gestión ciudadana. De esta forma, también se ponía orden en elabastecimiento de la villa, en la entrada y venta de todo producto autóctono y foráneo,con el fin de proteger lo propio y evitar posibles abusos y malos usos.Veamos someramente lo que para la comarca del chacolí alavés y del Alto Nervión nostienen reservadas algunas de las ordenanzas municipales de que disponemos, tantempranas como éstas referidas a Orduña y datadas en el año 1499. En ellas, ante lacontinua llegada de vino foráneo procedente de La Rioja y Castilla a las tabernas de laciudad, dictaminan que se castigue a todo aquel que, incumpliendo la norma,introdujera vino o sidra de otras zonas mientras lo hubiera de la propia cosecha. Unareglamentación proteccionista que también encontramos en las ordenanzas municipalesde Artziniega de 1494, en las que ya se regulaba el comercio y venta de vino de lavilla.
Siglo XVI
Sin salir del ámbito de Orduña, con el cambio de siglo encontramos otras ordenanzas,esta vez fechadas en 1569, y en las que nos dan cuenta de la obligatoriedad para todaslas aldeas de su jurisdicción con más de doce vecinos de tener una taberna que proveade vino mientras hubiere «de la cosecha de esta dicha Ciudad», es decir, de los viñedosque había en su término municipal., lo que invita a pensar en la presencia dequetambién con anterioridad al año de 1499, en que se fechan las primeras ordenanzas,haya habido viñas en el entorno de Orduña y sus aldeas y, por qué no, de las deArrastaria.
Vista del amplio valle de Orduña y Arrastaria
También el Archivo Municipal de Arespalditza nos ofrece información, esta vez de1568, referente a la custodia y guarda de viñas y frutales, estableciendo una serie dedecretos para proteger las plantaciones muy similares a las medidas adoptadas porotras ordenanzas vecinas. En el mismo archivo hay un documento de 1572 en el que seordenan embargos por haber vendido «vino verde» sin permiso, es decir, el vino propiotodavía sin madurar y no apto para el consumo.
Siglo XVII
Portada del Libro de Decretos de 1623 donde aparece la palabra chacolin (Archivo Histórico deArespalditza, en Ayala)
Y no son pocas las referencias habidas en el archivo de Arespalditza sobre el vino,tanto el «de la tierra» como el importado desde las viñas riojanas y que tanto gustabaa nuestros antepasados. El documento tiene fecha del 1 de noviembre del año 1623 yrefleja una disposición sobre la venta de vino, fijando el precio tanto del vino viejocomo del nuevo y, a su vez, del propio de la tierra, es decir, el chacolí. Que «el vinode la cosecha chacolín se benda por veinte y quatro maravedís a vista del alcalde decada cuadrilla» manda la disposición, y nunca antes había aparecido el vino de la tierraescrito con este nombre, ya que se trata de la primera cita en toda la comarca delchacolí alavés, casi cien años más tardía que la primera cita de la historia hasta elmomento, localizado en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid con fecha de1520, en cuya sentencia se falla a favor de una tabernera de Errenteria quereclamaba un dinero por el consumo de «las tres pipas y media de chacolín».
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El «vino de la cosecha chacolin» es la primera cita del término chacolí para el territorio de Ayala,fechada en 11/01/1623 (Archivo Histórico de Arespalditza, en Ayala)
No tenemos la misma suerte para el caso de Artziniega, en cuya ordenanza de 1615 –la cual no deja lugar a dudas sobre la importancia del vino de la tierra en la economíade la villa y sus aldeas– no aparece escrita como tal la codiciada palabra chacolín. Pecadoembargo, estamos ante una ordenanza muy rica en disposiciones orientadas a regularel comercio y la venta de vino en el propio núcleo urbano. Así, leemos cómo seobligaba a cada productor a vender tanta cantidad de vino como la que hubieraencubado, y no más, impidiendo así que «ninguno meta vino de fuera en esta villa» y que«a los vecinos de fuera no se les dé suerte para vender su vino, ni les dejen llevar lauva».Y el celo del gobierno municipal en lo concerniente al vino foráneo se ve claramente enel capítulo 86, donde se dice claramente que aquel mulatero o mesonero que metieravino «de fuera de esta villa sea obligado a sacarlo de ella otro día siguiente, sin vendernada». El mismo interés proteccionista tenía un posterior decreto de 1641, prohibiendoexpresamente la entrada en la villa de manzana para hacer sidra o sidra hecha, por eldaño que pudiera ocasionar en el vino propio de la cosecha de la tierra. esta constantevuelve a verso en otro decreto de 1675, que también prohibía la entrada de vino en lavilla mientras en ella hubiera tenido vino de su cosecha, amenazando con la confiscación delproducto y una multa de doce reales. Y es que Artziniega, como otras villas, se dotó deimportantes mercados comarcales y ferias a las que acudían mulateros con productosde lo más variopinto, a la vez que procuró la protección de los productos propios conordenanzas y leyes que continuamente se iban revisando y adecuando.
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El pisado tradicional de la uva debía ser práctica habitual junto al prensado para extraer el mosto.
Y en un 16 de mayo de 1681, y en Bilbao, se fecha un inventario sobre la producciónagricola del vino del pais
en Bizkaia, en la que se menciona la palabra chacolí junto ala importancia que tenía este caldo en varias localidades del Señorío, siendo Orduñauna de ellas: «En todos los puertos de la zona marítima, Ciudad de Orduña, y villa deBalmaseda, como parajes templados, hay viñedos y parrales que producen anualmenteunas cinco mil pipas de a 24 cántaras de vino chacolí». Estas pipas o candiotas eranuna especie de tonel o barrica para el almacenamiento y transporte de vino, mientrasla cántara, utilizada hoy día, es una medida de capacidad equivalente a ochoazumbres, es decir, 16 litros. Por lo tanto, estamos hablando de unos 384 litros porcada pipa, o lo que es lo mismo, 1.920.000 litros de vino chacolí cosechado para elterritorio vizcaíno, cifras realmente asombrosas si las comparamos con las actuales.Pero, a pesar de los datos, parecía no gustar demasiado al clero nuestro «ácido» vino,por lo menos a la alta jerarquía, ya que corría el año de 1698 cuando Pedro de Lepe, ala sazón obispo de Calahorra y La Calzada, prohibió de manera rigurosa que seutilizara vino de chacolí en las consagraciones de su obispado.
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Racimos de uva blanca conocida como «Hondarribi Zuri»
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Siglo XVIII
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Es inegable que el chacolí se hallaba bien presente en el agro vasco-atlántico del siglo.XVIII, como también es justo reconocer la mayor estimación en que eran tenidos loscaldos importados de fuera, sobre todo los tintos de La Rioja y, especialmente, los deNavarrete, Cenicero y Fuenmayor. A este respecto, es suficientemente aclaratoria unacita documental aparecida en la villa de Amurrio a fines del siglo XVIII, donde laspreferencias hacia los vinos de fuera estaban tan extendidas entre la población, quelas autoridades municipales se ven, de alguna manera, obligadas a permitir elconsumo de caldos foráneos durante
«los días de Navidad y Pasquas de Navidad se hade dar bino clarete de la Rioja a todas las personas que lo gustan», a pesar dequedar todavía para estas fechas señaladas buena parte del chacolí
producido enAmurrio. Este relajo navideño en las habituales medidas de protección hacia el vino.propio hace pensar que el gusto por la calidad caía del lado riojano, cuyo «bino clarete»gozaba de mayor prestigio en las mesas de Amurrio.En el archivo de la Real Academia de la Historia, en un documento de 1770 sobre laTierra de Ayala aparecen citados los valles de Arrastaria y Laudio –ninguno de ellos,curiosamente, perteneciente a la mencionada Tierra de Ayala en un sentido histórico–en relación a una petición que hacen para quedar exentos de un nuevo impuesto dedos maravedíes por cada azumbre de vino. Justifican su demanda en que el chacolí producido en su territorio no merece ni ser llamado vino: «este licor, por su debilidad,acidez y ninguna resistencia y sustancia para conservarlo, se conceptúa no por vinopero por una especie de bebida poco más que sidra». Sin duda, una argumentación esgrimidapara librarse del pago, pero que no debemos tomar en cuenta para medir la calidad deaquel chacolín producido en nuestros valles.Es Orduña, sin embargo, el municipio que más información aporta en este siglo graciasal nuevo ordenamiento municipal basado en las
Reales Ordenanzas de la Muy Noble yMuy Leal Ciudad de Orduña, confirmadas por Su Majestad Carlos III y Señores del Realy Supremo Consejo de Castilla, en fecha de 11 de agosto de 1789
, con el fin deproteger los cultivos de viñas y el chacolí
de la ciudad frente a la abundancia de vinostintos y claretes de La Rioja y Castilla. Por lo tanto «se ordena y manda que ningunapersona sea osada a introducir vino clarete, chacolí, ni otro cuyoquiera género defuera de la jurisdicción sin que preceda licencia por escrito del Regidor semanero, sepese en el peso real y pague los derechos reales de Arbitrios e impuestos».El título 64 del ordenamiento dispone sobre la venta de vino chacolí, el cuidado de losviñedos y las fechas de vendimia entre otras cosas. Al parecer, debía ser bastantehabitual el robo de uva, por lo que no dudan en regular la contratación de guardas deviña para evitar que «se cometan hurtos de uva», prohibiendo, además, la entrada alos viñedos a cualquier persona ajena a los mismos bajo ningún pretexto,
hasta que noconcluyera el periodo de la vendimia. Podríamos pensar que el celo de las autoridadessobre el viñedo era un tanto exagerado, pero los desmanes eran cuentos que, incluso sehabían dado casos de «personas que van a las viñas, y descepan parte de ellas paraconducirlo a sus casas y quemarlas en sus fogares».
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Chuzos del siglo XVIII. Estos eran palos armados con pinchos de hierro que utilizaban los guardas.de viña o custieros para defenderse de los ladrones de uva
Todo debía estar perfectamente regulado por la autoridad, máximo cuando se tratabade un producto tan altamente rentable para la economía de la ciudad en general y lasArcas municipales en particular. Por lo tanto, era lógico pensar que quedaría «una eleccióndel Ayuntamiento establecer el tiempo de vendimia haciéndola publicar y pregonar condos días de anticipación para que los cosecheros preparen lo necesario». Y conocemosla existencia de al menos dos o más variedades de uva, con diferentes momentos demaduración, por lo que será nuevamente el ayuntamiento quien «disponga una o más»vendimias (…) sin levantar los guardas, sino que sigan guardando hasta que en todose haga la última vendimia», prohibiendo «el que nadie entre a vendimiar sino en lostiempos y cuando lo ordenare el Ayuntamiento».
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Herramienta del siglo XIX utilizada para podar los viñedos y parrales.
Aquella Orduña de hace 200, 300 ó 400 años tendría muchas semejanzas con losactuales núcleos vinateros de la Rioja Alavesa. Y no serán unos pocos productores dechacolí como ocurre hoy, cuyo trabajo apenas se deja notar en el acontecer diario de laciudad, sino muchas decenas de ellos, propietarios y trabajadores de todo tipo, cuyasactividad en tiempo de vendimia inundaba de aromas y utensilios de trabajo todo elcasco urbano que conocemos, y que el ayuntamiento se vio obligado a regular: «Lascubas, barriles, comportas, y cuanto fuere necesario limpiar, y ponerse a secar para lavendimia y fuera de ellas, no se puedan dejar entre calles y otro paso público; sinoque precisamente luego de lavarlas se han de colocar debajo de los soportales enparaje que no impida el mismo paso».Si un producto como el chacolí era tan importante como para regularlo en todos susdistintas fases, es lógico pensar que el gobierno municipal organiza, igualmente, laventa y comercio del mismo, ya que era en este proceso cuando más fraude se podíacometer. Por todo ello, «nadie podrá entrar uva, mosto, ni vino, de sujetos de fuera dela Ciudad (…) para venderlo con su vino pena de comiso del propio vino (…) paraimpedir de este modo los gravísimos perjuicios de la Ciudad».
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Del mismo modo y preocupadas por la calidad del vino, las autoridades lo dejaban bienclaro: «El Ayuntamiento celará con particular cuidado (…) que el vino que se vendesea de la calidad y bondad que se requiere, mandándolo cerrar o vaciar, castigándolocon rigor a quien contraviniese». De hecho, las Juntas Generales de Bizkaiaacostumbraban a nombrar síndicos encargados de examinar los vinos de chacolí destinados a la venta, con el fin de declararlos «potables» y acreditarlos para elconsumo.La severa legislación no permitía que se escapara a su control ningún proceso en tornoal vino, ni siquiera el de las fechas en que debía ponerse a la venta. Así, «se prohíbe elque nadie pueda venderlo hasta que se haga la postura», es decir, el precio que seaplicaba a los productos comestibles de los abastos públicos, para asegurarse de queel nuevo vino estuviese «en sazón y bien cocido», apto para el consumo y no «en untono perjudicial a la salud pública». No en vano, las citadas ordenanzas se habíanredactado en el mismo año en que la Revolución Francesa ponía patas arriba todo elorden establecido hasta entonces, escenario de reyes absolutistas y noblesprivilegiados que habían estirado el Antiguo Régimen hasta el límite. Corrían, portanto, aires de modernidad henchidos por las nuevas ideas emanadas de la Ilustración,donde ya no valía cualquier cosa y los gobiernos municipales tenían el deber deasegurar el orden público, velar por la salud e higiene de sus ciudadanos y asegurar elabastecimiento de sus villas, además de establecer, como hemos visto, los precios atodos los productos comestibles de los abastos públicos, con el fin de evitar cualquiertipo de alteraciones y picarescas. Así, leemos que «La postura del vino chacolí de lacosecha de esta Ciudad la hará el Ayuntamiento el día de San Martín Obispo una vez denoviembre de cada año, comenzándose a vender al día siguiente libremente por quienquisiere hasta el día de Santa Lucía trece de diciembre del mes siguiente, desde elcual tiempo cesará la libertad empezándose a vender por tandas con arreglo a lacostumbre, esto es, haciendo lista y asiento de todos los cosecheros y echando suertesel Ayuntamiento, así hasta concluir todo el vino».
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Grifo de odre o pellejo de vino, utilizado tanto para su transporte como almacenamiento
Esta obligación de vender el chacolí por tandas originó cuantiosas disputas entre lasnumerosas instituciones eclesiásticas existentes en Orduña y el poder municipal, yaque los religiosos se creían exentos de esta y otras disposiciones debido a su particularfuero y, por tanto, libres para comerciar a su antojo con sus barricas llenas de vino.El sistema de tandas era una práctica generalizada en la casi totalidad de losmunicipios vascos productores de chacolí, y se hacía cada año, una vez acabadas lastareas de elaboración del caldo. Para ello, todos los viticultores del mismo municipio.Tenían el deber de acudir a su ayuntamiento donde, además de fijarse el precio deventa del vino, se establecía el orden de salida al mercado de cada cuba o barril dechacolí, para lo cual se numeraban debidamente y se las aplicaba el sello municipal.Una vez realizado el trámite llegaba el turno de suerte, que decidió, en tandas de ados, qué barricas se ponían a la venta en primer lugar, cuales en segundo, en terceroy así sucesivamente hasta agotar las existencias. Era un sistema limpio en el que lasuerte decidia, y nunca sacaban a la venta una nueva tanda hasta no haber agotado lasdos cubas precedentes.
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Vista de Orduña y valle de Arrastaria, en el Alto Nervión, zona tradicional de cultivo de viñas parachacoli
No quedaría completo este capítulo sobre el viñedo de la ciudad vizcaína sin mencionara José Antonio de Armona y Murga, humanista e ilustrado nacido en Arespalditza en17 26 , aunque d e raícesorduñ esas, y corregidor de la villa de Madrid. Dejó escritasunas
Apuntaciones históricas y geográficas de la antigüedad, nombre y privilegios de laCiudad de Orduña
, fechadas en la capital del reino el 29 de abril de 1789, tres añosantes de su muerte, y puede decirse de ellas que constituyen un gran trabajo.recopilatorio de historia local, en el que además incluye un plano de la ciudad donde serecoge de manera gráfica, entre otros cultivos, el amplio espacio ocupado por lasviñas.
Siglo XIX
Pero volvamos a Laudio, casi 900 años después de aquella cita documental del siglo X.referente a la iglesia de San Víctor y Santiago de Gardea. Nos encontramos en elúltimo tercio del siglo XIX, y todavía constatamos la presencia de 965 áreas de viñedoen producción en todo el valle, 368 de las cuales correspondían al Marqués de Urquijo,mientras que las 597 áreas restantes se repartían entre otros catorce propietarios,pequeños productores para el consumo propio del caserío, si bien, algunos seguiríanexcedentes que sacaban a la venta para abastecer a particulares y tabernas de lazona.Poco se esperaban aquellos chacolineros y vinateros en general lo que se les veníaencima en forma de mortales enfermedades para sus viñedos y parrales, tres grandesplagas que asolaron el campo europeo y americano, dando carácter internacional a unadesgracia contra la que apenas pudieron luchar los gobiernos. Estamos hablando de lasenfermedades del oidio, la filoxera y el mildiu, sobradamente tratadas en librosespecializados y trabajos de investigación diversos, por lo que no entraremos en ello.
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Caserío Ugarte, en Orozko, centro de producción chacolinera y establecimiento tabernario. Lafotografía de 1940 documenta los viñedos que más tarde fueron sustituidos por pinos
Sea como fuere, las enfermedades mencionadas redujeron considerablemente elviñedo en todo el territorio vasco, y en lo que a la zona del chacolí alavés respeta, pasó de las 550 hectáreas que se cultivaban en estas tierras todavía en 1877, a laspoco más de cien que quedaron en lugares apartados y herméticos de nuestrageografía intrincada. Y los datos no fueron más talentosos en otros territorios, pueslas 12.98 5 hectáreasde viñedo que había en 188 9 en la Rioja Alavesa se reduceen un327. Una desgracia generalizada en toda Europa que, sin embargo, no consiguió acabarcon el viñedo. Efectivamente, fue el tesón de algunas personas que no quisieron rendirse el que
servido de revulsivo para continuar con una tradición vitivinícola milenaria, si bien untanto adormecida, hasta las postrimerías del siglo XX, momento en que de nuevo haresurgido como un producto de extraordinaria fuerza y calidad en los cinco municipiosque integran la DO Chacolí de Álava. Algunos de aquellos viñedos relictos,supervivientes de plagas y enfermedades, se documentan mediante los testimoniosorales de la gente de edad avanzada en buena parte de nuestros pueblos, y casisiempre asociados a viejos caseríos que hacían las veces de taberna, a menudo con un
bola
–
tokyo
adosado o construido en el entorno de la explotación. Eran los chacolís, oasisde tranquilidad donde tomar una jarra del vino de la tierra, donde echar una tirada debolos, y donde cantar y merendar a la sombra de las parras.También en la cercana ciudad de Orduña se lamentaba el secretario del ayuntamiento,porque «las viñas padecen desde hace cuatro años la enfermedad del oidium-tuqueri,de suerte que es casi nula la cosecha de vino chacolí, y el total deterioro de lascepas».La cita corresponde a un 30 de junio de 1 856 , momento en que se fecha elinventario de acontecimientos guardado en la bola de la veleta situada en la cumbre dela iglesia de Santa María, y cuyos secretos sólo se airean una vez cada cien años.
Siglo XX
Hemos hablado ya sobre la figura de los guardas de viña cuando hacíamos referencia alas ordenanzas del siglo XVIII en la Ciudad de Orduña, pero nos sorprende queaparecerán citas en torno a ellos en un momento tan cercano a nuestro tiempo como esel inicio del siglo XX, una vez pasadas las plagas. El documento es del archivo de laVilla de Artziniega, un municipio con referencias a las viñas de su término –noolvidemos el caso de la iglesia de Santa María, en Retes de Tudela– desde el año 864.
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Plano de la villa medieval de Artziniega, donde se refleja la ubicación de la bodega subterránea delpalacio barroco norzagarai
Así, en sesión ordinaria celebrada en septiembre de 1901 en la sala consistorio de lacitada villa, con los concejales y el alcalde reunidos, se acuerda por unanimidad «elnombramiento de guardas del campo y de las viñas a D. Francisco Isuskiza ya D.Gervasio Largatxa, con el sueldo de una peseta y setenta y cinco céntimos cada uno».En marzo de 1902 el alcalde aprovecha otra sesión ordinaria de la corporación paradar a conocer una circular enviada desde la Diputación Provincial de Álava enreferencia a la constitución y formación de un cuerpo de «Guardería Frutal» enArtziniega, demandando contestación a una serie de cuestiones que precisan seraclaradas sobre dichos guardas, forma de trabajo, tiempo de dedicación al mismo ysueldo estipulado. En el curso de la misma sesión se acuerda por unanimidad contestara los requerimientos de la Excelentísima Diputación, diciendo que «este Ayuntamientoviene nombrando dos vecinos de guardas de viñas y del campo, por el tiempo en quesazona el chacolí y demás frutos del campo».Sin embargo, ya pesar de lo expuesto, el tiempo dorado del chacolí había pasado,sobre todo tras el desastre ocasionado por las enfermedades y plagas ya mencionadas.La mayor parte del viñedo había sido arrancada y sustituida por otro tipo de cultivos,entre los que el cereal se llevaba la mayor parte de aquel suelo agrícola. Tan sóloalguna viña aislada y las nuevas plantaciones realizadas con portainjertos americanosresistentes a la plaga, habían logrado salir adelante en medio de la desazóngeneralizado.
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DOCUMENTACIÓN PERIODÍSTICA Y LITERARIA
Se trata de citas diversas procedentes de autores que, o bien eran viajeroscircunstancias, hombres de ciencia, periodistas de guerra –los conocemos desde lasGuerras Carlistas (1833-1876)–, o excelentes literatos de los siglos XIX y XX, loslos cuales ejercieron de verdaderos cronistas de su tiempo.El primero en visitarnos fue Willian Bowles, como consecuencia de un largo periplo quele llevó a recorrer la España del siglo XVIII. Este viajero y geógrafo irlandés publicóun libro titulado
Introducción a la Historia Natural y la Geografía Física de España
(1775), dos de cuyas páginas dedicaron plenamente a hablar sobre los viñedos y elchacolí, resultado de su paso por el territorio vizcaíno.
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Las viñas y emparrados de uva para chacolí aparecen citados por literatos, periodistas y geógrafos.desde el siglo XVIII
De Joaquín José de Landazuri y Romarate (Vitoria-Gasteiz 1730-1805) citaremos sununca bien apreciada contribución a la historia de los territorios vascos, especialmentela referida a Álava en sus
Compendios históricos de la ciudad y villas de la MN y MLprovincia de Álava
, publicado en 1798. En el capítulo II del mismo libro aparece unaextensa referencia a la villa de Artziniega: «Produce el terreno de Arceniega Trigo,maiz, Cevada, Viñeos (viñedos), y otras mieses: delicados frutos de todo genero en losArboles, y vino, que llaman el Chacoli, de muy buena calidad para la mayor parte delaño».La siguiente cita nos sitúa en la primera guerra carlista y en 1835, año en que entrarona la península unos cuantos miles de soldados voluntarios británicos con el fin deayudar a las tropas isabelinas contra el movimiento que apoyaba a Don Carlos,hermano de Fernando VII y aspirante al trono español. Con aquellos militares habíanllegado periodistas que, como John Moore, enviaba sus crónicas de guerra al periódicopara el que trabajaba. Así, de su paso por Amurrio en 1838 nos dejó algunoscomentarios interesantes recogidos en el libro
Viajeros ingleses del siglo XIX.
, dondedescribe que «hay un gran número de caseríos o pequeñas casas de campo conamplias techumbres de estilo suizo; las parras cubren las blancas paredes y dansombra a las ventanas (…)».El periodista, escritor y viajero catalán Joan Mañé i Flaquer visitó nuestras tierras enel siglo XIX y puso por escrito sus impresiones en una obra que tituló
El oasis: viaje alpaís de los fueros
, publicado en 1879. En ella hace una extensa referencia a Laudio,donde se produce «bastante cantidad de trigo, cebada, maíz, y otras semillas y árbolesfrutales de diferentes especies y vinos. El chacolí (vino del país) que se produce enLlodio es el más estimado de Vizcaya».El ilustre historiador y escritor alavés Ricardo Becerro de Bengoa (1845-1902) sese acercó de visita en el verano de 1876 a la Tierra de Ayala, empleando el tren comomedio de transporte. Sus impresiones de viaje las publicadas en
Descripciones de Álava
,publicado en el año 1880, donde hablaba del barrio Aretxondo de Amurrio «con curiosas casas de labranza adornadas con los parrales de chacolí». Y más adelante se refería al mismo municipio como un lugar que «produce regular cosecha de cereales, mucho maíz y legumbres, abundantes castañas y excelente chacolí, cuya plantación y «La explotación va en aumento».
Uvas para elaboración de chacolí doméstico en un emparrado de Ayala
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Benito Pérez Galdós, el gran novelista decimonónico, bien conocido por sus
Episodios Nacionales
, hace mención, precisamente en ellos, a la localidad de Amurrio. La cita es de 1889 y aparece en el capítulo denominado
Vergara
, enmarcado también en la contienda carlista. En una de las escenas, don Benito cita a varios de los oficiales. protagonistas en animada conversación y «entreteniendo los ocios con historias picantes y libaciones de chacolí». José Madinabeitia, además de párroco de Amurrio fue un intelectual que supo coordinar todo un trabajo enciclopédico sobre el municipio en el que desempeñaba su carga.
El libro de Amurrio
vio la luz en 1932, y en él nos hablaba de «frutales yviñedos» para añadir «hoy estos desaparecidos», una información de primera mano enla que nos da cuenta del final de la producción chacolinera en un Amurrio sin viñasHacia los años 30 del siglo XX, probablemente dañadas por las plagas de finales del s.XIX. De hecho, al final del libro vuelve a citar los productos agrícolas que se recogen.en Amurrio y, entre ellos, no aparece la más mínima mención a viñas, parrales ouvas.Finalmente, es todo un honor poder gozar de las descripciones de don Pío Baroja a supaso por nuestra tierra en 1953, un itinerario de visita que se incluye entre loscapítulos de su libro
El País Vasco
. También en esta ocasión fue el tren el medio delocomoción elegida por el ilustre escritor, describiéndonos desde su asiento el paisajeque ve «entre viñas y nogales».
DOCUMENTACIÓN TOPONÍMICA
En la mayor parte de los pueblos incluidos en el territorio que ocupa la Denominaciónde Origen Chacolí de Álava, así como en otros cercanos de la vecina Bizkaia, algunasde las antiguas heredades, dedicadas hoy mayoritariamente a pastizal y pinar,conservan todavía sus viejos nombres de lugar que delatan anteriores prácticasagrícolas relacionados con la viticultura. Topónimos frecuentes como
La Viña
oh
Lasviñas
,
El Parral
oh
Los Parrales
,
Viña Vieja
,
soviñas
,
mendibiña
,
matxueta,
Maskuribai
,
Mastondo
,
Ardanza
…
proceden tanto del castellano como del euskera, y podríanhaberse originado a lo largo de los siglos XIX y XX para designar aquellas parcelas enlas que habían perdido viñas, si bien ya de manera residual y en medio de otro tipode cultivos más generalizados. De hecho, la documentación de los siglos XVII y XVIII.menciona numerosas heredades en las que hubo viñedo, pero cuyos topónimos –Solashazas, Soelcampo, Socorral, La Ormaza o Sotoiel–, no reflejan para nada laexistencia de dicho cultivo. Seguramente, porque en los tiempos en que el viñedocubría una gran extensión, no sería funcional el empleo de términos como
La Viña
oh
elparral
para designar viñedos en medio de un agro, precisamente, con abundancia devides y emparrados.
«El vino de la tierra chacolín» en un documento fechado el 1 de diciembre de 1623, dentro del Librode Decretos del Archivo Histórico de Arespalditza (Ayala)
La investigación de catastros y libros de cuentas se hace indispensable para recuperarparte de la toponimia antigua. Pero tampoco hay que dejar de lado la investigación decampo, recuperando los topónimos que aún recuerdan nuestros mayores antes de quese extinguen por falta de uso. Se trata, en buena parte, de topónimos que han quedadofosilizados en la memoria de los habitantes, también en los documentos escritos, y queaún guardan la huella de haber tenido una relación directa con el cultivo de la vid.El actual municipio de Amurrio se compone hoy de su propio término más el territoriode los extintos ayuntamientos de Lezama y Arrastaria, por lo que su extensión yvariedad poblacional es importante, lo mismo que la terminología relacionada con lasvídeos. En el propio Amurrio encontramos los términos de Matxueta, Maskuribai, LosParrales y La Viña Galíndez. En Larrinbe nos consta que los diezmos se pagaban enchacolí. En Baranbio, en las soleadas landas cercanas a la desaparecida ermita de SanPedro y al santuario de Garrastatxu, aparece el término Juandamatseta, relacionado,quizás, con las necesidades vitícolas del propio centro eclesiástico. En Lezama seconstatan los de Parrazar, Arbiña y Ardosada. En Saratxo aparecen al menos trestopónimos La Viña, y en Tertanga se constata un Majuelo y un Las Viñas.
Cita documental del Archivo Histórico de Arespalditza (año 1623), donde se cita «el vino de la tierra»pero no la palabra «chacolín»
En cuanto al extenso municipio de Aiara, compuesto por 24 pueblos, encontramosabundante toponimia vinculada al cultivo de la vid, tanto en euskera como encastellano:
Ardanza
,
El parral
,
La Viña
,
Mastío, La Viña Vieja
,
viñillas
, etc.En cuanto a los pueblos de la Junta de Ordunte, pertenecientes al municipio deArtziniega, encontramos no sólo toponimia relacionada con el tema, sino constanciadocumental de numerosas herencias que han albergado viñedos a lo largo de lahistoria.Seguidamente llegamos a Okondo, un pueblo que siempre ha gozado de fama.chacolinera y, en cierto modo, la toponimia así lo corrobora, presentando diferentesversiones de un mismo nombre ciertamente arraigado y repartido por el valle:
Arraola-Mastondo
,
Maistondo
,
cauce seco de un río
Mastondo
,
Mastondo-Madalen
,
Mastuondo
,
Masabalza
,
Masegi
y
mastinza
. Tampoco faltan los más típicos como
parral
y
La Viña
.Por último Laudio, un municipio en el que no ha quedado una abundante toponimia dereferencia vitícola. Sí podemos citar, sin embargo, un
Refugio de Viña
en el termino deLezeaga, atribuido a una pequeña casita en ruinas que debía de guardar aperos para elcultivo del viñedo que otrara crecía en su entorno. También se constata un
Viña Vieja
en pleno centro de la población para referirse a toda una ladera carasol que, desde elbarrio Lamuza hasta el de Bitorika, albergaba extensos parrales todavía en los añostreinta del pasado siglo.
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Patrimonio material o tangible
Tiene valor cultural en sí mismo, y por ello ha sido el gran facilitador de lasColecciones etnográficas que han nutrido nuestros museos a lo largo del siglo XX.Dentro de él podemos diferenciar dos tipos: mueble e inmueble.
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Pileta trabajada en piedra caliza de la zona de Arrastaria (Amurrio) para asiento de una prensa de chacoli
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Patrimonio mueble
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Estaría integrado por todo tipo de útiles relacionados con el tema de estudio,instrumentos o herramientas, ingenios y maquinaria usados en la fase agrícola yproductiva de la actividad vitivinícola (cultivo, vinificación y crianza). Así, losRecipientes y medidas para el vino, fabricados en materiales tan diversos como.cerámica, madera, piedra, vidrio, cuero o cuerno, han sido tan abundantes como eldiferente uso que se les ha dado a lo largo de la historia, variando de un país, región eincluso de un pueblo a otro la propia forma, el nombre y hasta la capacidad de lamedida. Por todo lo cual, no pueden extrapolarse los de una zona a otras, ni exhibirsepiezas que no corresponden al lugar físico en el que se exponen si no esadecuadamente explicada esta circunstancia.Por lo general, al patrimonio material mueble se le ha dado una importanciadesproporcionada respecto a todo lo demás, precisamente por su tangibilidad, es decir,su posibilidad de ser visto, admirado, tocado, fotografiado y dibujado. Esto, enocasiones, ha captado todo el interés de quien lo posee, de quien lo contempla y dequien lo investiga, despreciando el contexto histórico y las circunstancias socio-económico que lo posibilitaron. Así, el objeto material se ha convertido, en no pocasocasiones, en un verdadero tótem de adoración, incluso en símbolo para toda unaetnia, un pueblo o una nación. Pero sí juzgamos importante la realización deinventarios de este tipo, con fichas adecuadas a cada familia de utensilios, con el finde censar y conocer todo el bagaje material usado, en la medida en que éste se hayaconservado, acerca de una determinada actividad en un lugar o territorio concretos.
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Prensa sobre pileta de piedra caliza, hoy en desuso, en el zaguán del caserío Undio, en el pueblo ayalés de zuhatza
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Dicho inventario está realizándose en la zona del chacolí alavés, con interesantesresultados, ya que cientos de objetos arrinconados, maltratados por la carcoma yFuera de todo uso, están siendo rescatados del olvido y puestos en valor sólo por elhecho de ser reconocidos como útiles de otro tiempo. Lo más destacable es sudispersión, un problema a la hora de inventariar pero también un valor añadido alconjunto del territorio en estudio. Elementos de almacenaje y contenedores de vino,prensas de madera, piedras de prensa, medidas de capacidad y aperos de labranzason los objetos más habituales que aparecen en nuestros caseríos, los antiguos centros.de producción.
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Cubas en desuso del caserío Undio, en Ayala, antaño utilizado para almacenar el vino de su cosecha de chacolí
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Patrimonio inmobiliario
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Estaría conformado por todo aquel patrimonio que hiciera referencia a lainfraestructura de la actividad, tales como casas de viña y guardaviñas, lagares fijos,bodegas subterráneas y centros de vinificación, también llamados popularmentechacolís. Y es que estos centros de producción y venta tabernaria del chacolín, hansido y continuando siendo aun verdaderos caseríos que cumplían con las labores debodega, almacén, taberna y restaurante, además de atender a sus funcionesagropecuarias de siempre. Sabemos que no abrirían sus puertas a la vez, sino siguiendo un riguroso turno de venta que comenzaba con una orden municipal para elprimero hasta agotar sus reservas de vino, hecho lo cual, daba el relevo al siguiente yasí consecutivamente. En apenas dos semanas solían vaciar las cubas, con lo que eltiempo de espera no era tampoco excesivo. En algunos sitios, el caserío que iniciaba laventa acostumbraba a poner una rama de laurel en la puerta de entrada, y además,bien en el portalón o en la misma calle bajo el alero, se instalaba alguna mesa conescaños corridos para que pudieran sentar los clientes del día que acudían a apagar su sed.
Plano de Artziniega con la ubicación en la calle de Abajo de la bodega subterránea perteneciente aun palacio barroco del siglo XVII
En ocasiones, con la bebida se saboreaba lo que en aquel momento hubiera en elmenú improvisado de la casa, compuesto acaso por unas rodajas de merluza fritas,bacalao al pil-pil, sardinas en salsa y, menos habitual, alguna buena cazuela decordero en salsa u otras menudencias.También en la zona del chacolí alavés existieron este tipo de establecimientos situadosen caseríos productores de chacolí, siempre dispuestos a sacar algo de comer y unas jarrasdelfrescoyácidocaldoparacaanimartertulias,canticosyhastapartidasDelawarebollosen el carrejo que solían tener adosado a alguna de las paredes de la casa. Así,conocemos el caserío Agirre de Okondo –todavía en buen estado de conservación–en el barrio de San Román, cuyos propietarios elaboraban el llamado vino de la tierra.Tampoco nos olvidamos del caserío Kurtze de Gardea, en Laudio, una de laschacolinerías más famosas de toda la zona, especialmente por haber sido centro detertulias y juego de bolos, donde se reunían personas tan conocidas como el popularMúsico Ruperto Urquijo.
Caserío Kurtze del barrio Gardea, en Laudio. Fue centro productor de chacolí, taberna y juego debolos, un animado punto de encuentro para la sociedad rural del siglo XX
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También los caseríos con parra, sustentados mediante apoyos de madera que solíancolocarse a media pared para guiar su crecimiento a través de los muros mássoleados, son patrimonio inventariable, y con ellos, las viñas y emparrados quepudiera haber, bien en el entorno de la casa o alejados de ella. Es difícil encontrar,aún hoy, un caserío sin parra o, al menos, sin estos aditamentos, cuya cosecha apenasdaría unos baldes de maduros racimos para la prensa de casa y unas cuantasazumbres de áspero vino para satisfacer, junto a la sidra, el consumo familiar debuena parte del año.Finalmente, es interesante reseñar el reciente descubrimiento de varias bodegas.subterráneos para chacolí en el subsuelo de algunos inmuebles situados dentro delcasco histórico de la villa de Artziniega, hasta el presente las únicas existentes en todoel espacio del chacoli vasco. En concreto, nos referimos a dos palacios barrocos. ubicados en la Calle de Abajo, ambos del siglo XVII, y otra casa de la Calle de Arriba,edificada en nueva planta hacia los años sesenta del pasado siglo, pero que supoconservar la bodega del subsuelo. Sin embargo, tenemos noticias de otras que no.corrieron igual suerte, como la desaparecida al edificar la casa de viviendas del barLlantada, en la Calle de Abajo. Sin duda, éstas y otras son la muestra de la granimportancia que tuvo la producción vitivinícola en esta villa que, sin embargo, nuncaLlegó a un gran potencial económico ni político.
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Bodega subterránea ubicada en la calle de Arriba del casco medieval de Artziniega, utilizada para elalmacenamiento de vino chacoli
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Patrimonio inmaterial o intangible
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Tiene un valor cultural distinto al aportado por el patrimonio material, pero no menor.De hecho, el patrimonio intangible es el que otorga la cualificación al tangible, y laherramienta que usamos para cualificar uno a través del otro es la historia, o mejoraún, la contextualización histórica. En este sentido, creemos que toda actividad responde a un momento histórico concreto, y es consecuencia y/o causa de algo. Pecadoduda, el patrimonio inmaterial –excepción hecha de la música y la fiesta– ha sido elgran perjudicado a lo largo de los tiempos, el gran olvidado por los museos y laetnografía y el gran despreciado por estudiosos e investigadores de la historia.
La memoria de nuestros mayores forma parte del patrimonio inmaterial, un bien muy preciado que sólo mediante la transmisión generacional o las entrevistas personales podemos rescatar del olvido.
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Para precisar más en qué consiste el denominado patrimonio inmaterial,Mencionemos aquello que, a nuestro juicio, interviene de forma activa, como son.toda la serie de conocimientos y técnicas empleadas en las labores de lasanteriormente mencionadas fases agrícolas y productivas por nuestros agricultores.También se incluirían los distintos usos del vino y costumbres en torno a él y suconsumo, así como las fiestas, tradiciones, leyendas y canciones o versos asociados alpropio vino. Todo un patrimonio cuya intangibilidad debemos materializar mediantecuestionarios bien argumentados que sean capaces de recoger, en entrevistaspersonales, ese acervo cultural que los hombres y mujeres guardamos en nuestrasmemorias unipersonales y privadas. Y en este sentido, la propia edad de losinformantes deberán marcar inevitablemente la propia definición de «metodologíatradicional» o «metodología moderna» del cultivo de la vid, debido a la evoluciónsufrida en las técnicas y herramientas aplicadas en dicha actividad, partiendo de lainvasión de la filoxera, la utilización de la tracción semoviente, el empleo defitosanitarios, la aparición del inyector o el empleo de maquinaria autónoma. Naciones Unidasimportante salto tecnológico que todavía podemos documentar a través de lasencuestas a las personas que participaron en él, y esta precisión temporal concede altrabajo un carácter de urgencia, ya que en este momento la generación que ha vividoEstas transformaciones están a punto de desaparecer.
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Para citar este artículo
Juanjo Hidalgo
El cultivo de la vid en la zona del Chacoli Alavés : Más de mil años de historia documentada para el estudio y protección de un patrimonio vitivinícola olvidado.
Territorios del vino
[en ligne], n°3 – Los territorios del vino en España, 1 de marzo2011.
Disponible en Internet: http://revuesshs.u-bourgogne.fr/territoiresduvin/document.php?id=953 ISSN 1760-5296
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